1 - CAMINO 2004

 

MI PRIMERA VEZ


Sabadell - Burgos - Hontanas


Mi aproximación al camino fue poco ortodoxa. En el 2004 viví un par de sacudidas anímicas (salud/trabajo) que me llevaron a plantearme el cambiar algunas cosas de mi vida. Siempre he sido un ferviente seguidor del "sillón-bol" y decidí que debería hacer algo de actividad física. Ante mi total inutilidad como deportista ( soy un desastre en todo tipo de deportes ) y después de haber descartado las actividades individuales ( gimnasia, natación, etc. ) el doctor me soltó la pregunta última:


-¿Sabes andar? – A lo que respondí que obviamente sí.

-Pues – me dijo – cómprate unas deportivas y anda.


Y así empezó la cosa: Empecé por media hora diaria de lunes a viernes, luego añadí 1 o 2 horas en sábado, amplié el tiempo diario hasta llegar a 1 hora y media y empecé a participar en andadas polulares de 12 a 15 km. Un buen amigo al ver que mi afición iba “en crescendo” me comentó que podría fijarme otro objetivo a mi andar y , como aquel que no quiere la cosa, me explicó que habia hecho parte del Camino de Santiago en abril, que esa experiencia le había gustado muchísimo y que creía que a mí me podría resultar igualmente satisfactoria.


Como buen Acuario que soy, siempre estoy abierto a las novedades y empecé a buscar información sobre el Camino de Santiago, por supuesto en internet, y ahí empezó el enganche, la adicción, el cuelgue (llamadlo como queraís) porque encontré la página personal de cierto peregrino (Mario Calvo, jubilado del ISM ) con un extenso, detallado y ameno diario de una peregrinación y a partir de ahí un tema ( mi camino ) empezó a ser EL TEMA. Compra de material adecuado, entrenamientos con peso, impresión de mapas/rutas, planificación de etapas. Tanto me volqué en ello, que en las vacaciones de agosto convencí a mi santa esposa para hacer un viaje en autocar a Galicia para ver , sobre el terreno, parte del Camino y al tiempo conseguir la credencial del peregrino.


El caso es que fueran cuales fueran las causas y después de dos meses de preparativos, compras, consultas, dudas, nerviosismo y de un montón de intentos de hacerme desistir de la “locura” (por parte de familia y amigos) llegó el día : 15 de septiembre de 2004


A las nueve de la noche, con la mochila a tope ( lo pagaré bien caro ) y una pinta de guiri que “pa que” (pantalón corto, camiseta andarina, bolsa de mapas, riñonera “cutre lux” y paraguas – sí, he escrito paraguas- ) salgo de mi casa para tomar un cercanías hasta Barcelona. Mi mujer y mi hija pequeña me acompañan hasta la estación para despedirme ( o quizás para ver si de verdad me voy ). Fotos de rigor para el famoso “antes y después” y a las 9,30 empiezo mi viaje hacia el tan esperado Camino.


En media hora llego a la estación de Sants donde cogeré el mal llamado “Tren Estrella” ( más bien es estrellado ) que me llevará hasta Burgos. Cuando avisan por megafonía para subir empiezo a descubrir que las cosas no son siempre como uno las espera. En la fase de planificación decidí coger el tren nocturno para llegar a Burgos habiendo dormido bien y así empezar a andar desde el primer momento para así poder optimizar los días de fiesta que tenía. Y heteme aquí que el tema literas fue un fiasco: estrechas, de difícil acceso, mogollón de calor por la noche, etc.. Y de remate, el postre: Por primera vez en mucho tiempo no podía dormir: ¿sensación de angustia? ¿inquietud? NO. Más bien era una especie de sensación que solo puedo definir con esa frase literaria tan bonita que dice: “Tener mariposas en el estómago”.


O sea, que la maravillosa noche de descanso previa al camino quedó transformada en una sucesión de viajes a la cafetería ( cuando estaba abierta y sin demasiado humo ) , al servicio, paseos por el pasadizo, jugar a ver el paisaje ( de noche tiene su miga el juego ) todo ello intercalando pequeñas cabezaditas. Pero a pesar de todo este trajín , cuando el tren llegó a Burgos ( puntualmente a las 7 ) ya había desayunado y estaba a punto para empezar a caminar.



16/9/04 Burgos – Hontanas



Antes de salir de la estación me dirigí al mostrador de información para pedir que me sellaran la Credencial. Ya se que no es muy normal, pero yo empezaba a caminar en la estación y si mi Camino empezaba allí, mi primer sello debía ser de allí. Después de esta excentricidad salí del edificio para dirigirme hacia El Parral siguiendo el río y justamente al empezar a andar junto al Arlanzón me ocurrió una de las primeras cosas buenas de mi camino:


Al ver mi primera flecha amarilla me puse a llorar como un bendito. Lloré de alegría por estar ahí. Lloré porque empezaba a dar vida a una ilusión. Lloré porque en ese momento empecé a sentir ese sentimiento que había leído en varios relatos de peregrinos: formaba parte del Camino.


Empezaba a clarear el día cuando pasé por delante del albergue de El Parral y ya no andaba solo. A partir de ahí ya iba acompañado/escoltado por otros peregrinos y, la verdad, fue muy grato el ver que no era el único loco que andaba por ese lugar, de madrugada, cargado como un burro y aguantando un aire más frío que fresco. Antes de que me diera cuenta ya estábamos fuera de Burgos y en camino hacia Villalbilla, por donde pasé sin detenerme ya que tenía intención de “bocatear” en Tardajos. A la salida de Villalbilla ya veíamos el talud de la autovía que salvamos por debajo, para después retomar el arcén de la nacional.


Cuando ya llevaba dos horas andando, llegué a Tardajos y nada más rebasar el cartel con el nombre del pueblo piso una piedra que no veo, me tuerzo el pié y 100 y pico kilos de tío + mochila se van por el suelo. Al momento los peregrinos más cercanos me ayudan a levantarme y se interesan por mi estado. Yo, con mi orgullo bastante maltrecho, les digo que estoy bien, que tan solo tengo unas pequeñas heridas por la fricción del asfalto, nada que no pueda arreglar un poco de betadine. Total, que toca hacer parada para reparar el daño y reponer fuerzas. Llego al primer bar abierto y entre mordisco y mordisco al bocata de tortilla, reparo lo mejor que puedo el desastre: betadine en las heridas y pomada antiinflamatoria en la torcedura. Para el orgullo maltrecho no llevo ninguna pócima.


A las 9 reemprendo la marcha hacia Rabé y el pié izquierdo ( el de la torcedura ) no me permite andar bien. Pero esa maldita hormona (la testosterona) me hace seguir adelante como si aquí no pasara nada. Cruzo Rabé y me enfrento por primera vez al páramo castellano: kilómetros y kilómetros de nada que rompa la línea del horizonte, salvo campos en barbecho, muretes de piedra y algún que otro matorral. En Hornillos tengo que descansar para reponer líquidos y re-untar la zona de la torcedura. El sol está en lo alto y dando de lo lindo. Debería parar aquí pero la hormona ataca de nuevo y como tenía planificado el final de etapa en Hontanas pues reanudo la marcha y sigo “pa’lante”. La subida que encuentro a la salida de Hornillos empieza a hacerse dura por causa del dolor pero uno sigue y sigue y sigue. Llego a un alto desde el que veo Arroyo San Bol y pienso en quedarme pero la falta de comida ( no llevo ) me decide a continuar.


Son la doce y media, el sol ataca salvajemente y el paraguas que iba, supuestamente, a darme sombra ha pasado a ser un bastón con lo que tengo el cogote rojo como un tomate y el páramo no da señales de acabar nunca. Del pueblo de Hontanas no hay ni señal y cuando encuentro una, tiene la guasa de decir que está a 500 metros (más tarde me entero que esa señal está a mas de 2 Km.). Finalmente, cuando son las 13,30, veo los primero tejados de Hontanas. A las 2 llego al Mesón el Puntido donde espero disfrutar del buen trato y la excelente cocina de Toñi y Mari Carmen de la que tanto he leído en Internet. Me registro, sello la credencial, me asignan litera, una buena ducha y, como puedo, bajo al comedor. La comida, casera y excelente, junto con la ducha obra un pequeño milagro y cuando voy a hacer la colada casi ando normal por lo que me animo a dar un paseo por el pueblo (como si no hubiera andado lo suficiente) que finalizo con una cerveza bien fresquita delante del mesón y entablo la primera de mis charlas con compañeros de camino. Después siesta y recogida de ropa. Más charla antes de la cena (tan o más buena que la comida) y a dormir que mañana hay que volver a andar.



17/9/04 Hontanas – Boadilla del Camino


Me levanto a las 7, recojo trastos y después de un generoso desayuno compruebo que el pié no me duele (aunque si noto una pequeña molestia) por lo que a la 7,30 empiezo a andar. Salgo de Hontanas cuando aún es noche cerrada y el sol despunta al pasar cerca de una torre en ruinas. Cuando llego a las ruinas del Convento de San Antón ya el sol calienta lo suficiente como para desprenderme del polar. Enfilo la recta de Castrogeriz, a donde llego alrededor de las 9. La pequeña molestia ha pasado a ser un dolorcillo en la parte baja de las espinillas por lo que me tomo un descanso largo que aprovecho para reponer fuerzas con un bocadillo de jamón y una cervecita.


A las 10 reanudo la marcha y veo el temido Alto de Mostelares. Cuando planificaba las etapas ya me “acojonaba” tener que subirlo y ahora, tal y como tengo las piernas, me parece que me costará mucho más. Al llegar a la primera rampa me planteo que de la única forma que podré subir es paso a paso. Dicho y hecho: primero un pié, después el otro y así poco a poco voy ascendiendo. En mitad de la subida me encontré con uno de esos personajes curiosos: una muchacha que iba hablando por el móvil (lo que no tiene nada de extraño) con alguien a quien le decía “que no le llamara porque estaba haciendo una subida “muy fuerrrrrrrrrte” y que casi no podía hablar”. Y yo pensé: Si no puedes hablar ¿¿¿¿¿ “pa que” contestas?????.


Al llegar al Alto toca hacer una pausa ya que desde la zona tobillos ya llega un clamor exigiendo que pare de andar. Aprovecho la pausa para contemplar la vista de Castrogeriz y pedir a unas bicigrinas la consabida foto, favor que les devuelvo inmortalizándolas a ellas para que sus amigos de Canadá (son de Vancouver) puedan verlas “in situ”. Antes de volver a andar compruebo que he tardado una hora en hacer 2 Km. Creo que voy camino del record.


Cruzo el altiplano y en cuanto veo la impresionante bajada por la que discurre el camino me da un patatús (no me veo capaz de seguir) pero como tampoco me puedo quedar ahí no tengo más remedio que aplicar la técnica que he usado en la subida: paso a paso. Antes de llegar a la fuente del piojo tengo que hacer dos altos para hacer estiramientos que cada vez me dan un alivio más corto. En la fuente repongo líquidos y ungüentos en la zona chunga todo ello amenizado por una agradable charla con dos abueletes que tienen por costumbre venirse desde Itero del Castillo para charlar con los caminantes.


Prosigo hacia la vega del Pisuerga y , después de pasar por la ermita de San Nicolás, cruzo el puente Fitero para entrar en Palencia. Al llegar a Itero de la Vega tengo que parar en una área de descanso (muy bien cuidada) porque el dolor ya es intenso. Mientras reposo a la sombra (pequeña pero suficiente) de un árbol joven pienso si seguir o parar y ahí vuelve a entrar en acción la dichosa hormona (que ayer ya la lió) y decido seguir hasta Boadilla del Camino porque es el final de etapa que había planificado (¡¡mira que soy cabezón!!).


Y ahí me tenéis: En plena meseta de Castilla, a la hora de más canícula (las 13,30), sin una sombra donde parar, cojo de dos piernas y empecinado en seguir andando. Después de 3 horas , 3000 suspiros, más de veinte pausas para estiramientos y , lo mejor de todo, sin soltar ni un solo taco (cosa que en mí es casi un milagro) conseguí andar los 8 kilómetros que separan Itero de la Vega de Boadilla del Camino. Ahí, frente al impresionante rollo de justicia, encuentro uno de los mejores albergues que visité a lo largo de mi camino: el albergue privado “En el camino”. Sellado de credencial, asignación de litera, ducha, rutina de higiene y lo mejor: baño en la piscina. La temperatura del agua es ideal para mis piernas ya que está tan fría que el dolor se mitiga mucho y me permite pasar una tarde relajada en conversación con el resto de la tropa que anda por allí. Durante la tarde decido aligerar de peso la mochila (tiro envases y dejo en el albergue unas sandalias de paseo que pesan demasiado y no usaré: total 1 kilo y medio) y acortar las etapas siguientes.


Ese día empecé a practicar idiomas ya que compartí charla y cena con un italiano que venia andando desde su casa (en el lago de Garda). Se llama Rocco y va haciendo 40 Km.. diarios de promedio lo cual es bastante razonable ya que después de dos meses andando está en plena forma. La cena fue exquisita (buena, casera y abundante) y el trato muy familiar. Al acabar la cena fui incapaz de seguir con la tertulia y me retiré a dormir. A ver como me levantaré al día siguiente.


18/9/04 Boadilla del Camino – Carrión de los Condes


A las siete me levanto muy bien. He dormido prácticamente de un tirón y parece que las piernas aguantarán ya que aunque me duelen creo que podré llevarlo bien, así que después de un buen desayuno en el comedor y de despedirme de los dueños y de Rocco, salgo hacia Frómista a las 7,45. A esa hora aún no ha salido en sol pero la claridad ya permite andar sin linterna. Cuando llego al Canal de Castilla ya ha despuntado el sol y me hago unas autofotos (se ve mi sombra en el suelo). El camino es una agradable sirga al lado del canal por la que andar sería una delicia si no fuera por mi estado físico, pero esto es lo que hay y sigo “pa’lante”. Alrededor de la 9 llego a Frómista y me dirijo a la iglesia de San Martín para visitarla pero está cerrada. Mala suerte. Hago una pausa de media hora para ungüentar los tobillos y sus alrededores.


Y ahí vuelve a aparecer la puñetera hormona que me impele a seguir andando a pesar del dolor en la parte baja de las dos espinillas. Ahora sé que fue un error, que tendría que haber ido al centro de salud, pero no lo hice y esto es lo que hay. Al llegar a Población de Campos en lugar de seguir por la carretera entro en el pueblo para buscar un bar y hacer un pausa de bocadillo más cervecita (por supuesto). Estaba yo en esos menesteres cuando veo pasar un nutrido grupo de gente con unas camisetas amarillas (todos igualitos) , bordones de diseño, gorros australianos, mochilitas de espalda, pañuelos al cuello, etc. Y me dije yo, a mi mismo: “¡¡¡Coño ... que limpios y peripuestos que van todos!!!”.


Y ahí habría quedado la cosa, en anécdota, si no fuera porque cuando reanudé la marcha vi que a la salida de Población, el grupito se separó y entre gritos se iban retando a ver quien llegaba primero: si los que iban por el andadero hacia Revenga de Campos o los que iban por la ruta alternativa de Villovieco. Yo ya sabía de las diferentes modalidades de peregrinaje, y también sabía que estos iban de autocar (de hecho lo vi unos Km. más adelante e incluso lo fotografié) pero esto que estaba viendo ya era el colmo: ***carreras en el Camino de Santiago*** ¡Que le vamos a hacer! . En fin, yo a lo mío.


El camino en la comarca de Campos discurre por un andadero llano que permite el andar a un buen ritmo, pero yo no estaba en la mejor de las formas. Cada 15 o 20 minutos tenía que hacer estiramientos para poder andar un poco más y en Revenga y en Villarmentero tuve que hacer pausas más largas. Cuando empecé a divisar Villarcazar de Sirga tuve que aceptar que sería incapaz de llegar a Carrión y decidí acabar la etapa ahí. Llegué al albergue a las 3 de la tarde y allí el hospitalero me informó que en el pueblo no hay centro de salud, que el más cercano está en Carrión de los Condes y que en el pueblo no hay ni médico. En vista de todo esto, y entre la posibilidad de ir hasta Carrión o quedarme aquí hasta mañana, decido lo segundo. Sellado, asignación de cama (si, cama), aseo, colada y a buscar comida.


Como puedo (andar me cuesta mucho) busco un bar para unas tapas y a la vuelta me pongo a charlar con Javier el hospitalero. El albergue lo regenta el arzobispado de Vitoria y Javier es la primera vez que hace de hospitalero y mientras me cuenta las vicisitudes de su cargo se unen a la conversación mas peregrinos. Allí, sentados en un banco de la plaza que está frente al albergue, a la sombra de los árboles y viendo la impresionante mole de la iglesia de Santa Maria de la Blanca disfrutamos de una agradable conversación hablando de lo humano y de lo divino. Incluso nos convence de asistir a la reunón/plegaria de las siete en la Iglesia. Estoy tan a gusto que, a pesar de mi aconfesionalidad, acepto la invitación a un acto que fue bonito y ecuménico y en el que me tocó hacer de traductor al inglés del discurso/petición que el cura párroco nos dio al final de acto (todo un personaje éste cura). Mi familia y mis amigos se sorprendieron del hecho de que asistiera a éste acto y aún hoy hay más de uno que no se lo cree, pero yo les digo que el Camino es algo que te cambia en más de un aspecto y éste es uno de ellos.


Por la noche cena en el bar : ensalada, bacalao, vino y fútbol. Pero estoy tan cansado que a pesar de la buena compañía no puedo ni esperar al final del partido y me voy a dormir. Mañana toca ver si llego a Carrión.



19/9/04 Villarcázar de Sirga – Carrión de los Condes


Aunque el personal ha empezado a irse a las 5 y media, yo no me levanto hasta las siete. Necesito descansar lo máximo que pueda para ir andando hasta Carrión (¡¡esa maldita hormona que me impide coger un bus o un taxi!!). Desayuno en el albergue lo que Javier nos ha dejado preparado: café con leche y galletas. Como soy el último recojo y limpio la cocina, dejo mi donativo y me pongo en marcha.


El día parece que será nublado, pero después de la salida del sol las nubes desaparecen y el calor empieza a notarse bien temprano. Los 6 escasos kilómetros que separan Villarcázar de Carrión se me hacen eternos. Después de 2 horas de camino/tortura, llego a la ciudad y me dirijo al SACYL. Es domingo y el médico de guardia me atiende en menos de 10 minutos. Diagnóstico: Tendinitis en las dos piernas. Debo abandonar el camino. Le digo que esa opción no es aceptable, por lo que cambia el abandono por dos o tres días de reposo y un tratamiento a base de Calmatel y Neobrufen (del que acabé haciéndome adicto). Busco alojamiento y en el albergue no me dejan entrar hasta la una (ésta Margarita siempre tan simpática) a pesar del volante médico por lo que decido coger habitación en el Hostal Santiago. 24 euros al día por una habitación con dos camas, tele y cuarto de baño para mí solo, todo un lujazo a estas alturas.


Una vez instalado y antes de buscar farmacia de guardia (cosa difícil en Carrión en día festivo) tengo que hacer callar el estómago y lo hago con un enorme bocadillo de beicon con queso mas cerveza en el bar Sol. Finalmente y después de tres intentos consigo comprar lo recetado y vuelvo al hostal para dedicarme a mí: ducha, pomada, crema, calmante y finalmente pedicura. O debería decir carnicería, ya que las uñas de los dedos gordos están tan mal que ha salido de todo (líquidos que no voy a especificar pero que todos conocéis). Acabada la sesión de egoísmo me paso toda la tarde tumbado en la cama, con los pies en alto, descansando, viendo la tele y/o leyendo un libro de Arturo Pérez-Reverte que he comprado para ocupar un poco las horas de los próximos días. Entre tele y libro tengo tiempo para decidir algunos cambios en mi ruta de camino. Finalmente decido descansar hoy y mañana en Carrión y pasado coger un autobús hasta Astorga para allí retomar mi camino hacia Santiago. Sigo empeñado en visitar al Apóstol. ¿Que tendrá este Camino que hace que alguien como yo (nada proclive a la religiosidad) se comporte de ésta manera?.


A la hora de cenar, y cómo el hostal no sirve comidas, hago caso de su recomendación y me acerco al Restaurante La Corte situado frente a la Iglesia de Santa Maria del Camino donde probaré mi primer menú del peregrino: crema de verduras, codillo, compota de manzana, vino y café por 8,50 euros. Todo muy bueno, bien servido y en un ambiente muy agradable. Repetiré. Acabada la cena, vuelta al hostal para seguir con el reposo.


20/9/04 Carrión de los Condes


Jornada de descanso obligado. Pero el estómago no sabe de descansos y hay que desayunar. Hoy algo sencillo: un café con leche más una napolitana. En el bar averiguo que los autocares para León salen a las 12 frente al bar España y que los billetes hay que comprarlos en el citado bar por lo que ahí me dirijo. Al preguntar me comentan que la persona que vende los billetes no está hasta más tarde. En lugar de ir al hostal y volver decido sentarme en la terraza a leer y ver pasar la vida. Al final resulta que leo muy poco porque enseguida entablo conversación con un grupo de gente de Carrión, entre ellos una chica que es camarera del restaurante donde ayer cené. Hablando del Camino y de la influencia de éste en la vida de los pueblos que están situados en él, el tiempo vuela mientras vemos pasar a una buena cantidad de peregrinos de los que destaca una pareja con un sistema peculiar de transporte que plasmé en foto. Una vez conseguido el billete y antes de ir a comer, decido hacer un poco de turismo de poco andar (todo está muy cerca) y visito el Monasterio de Santa Clara, la iglesia de Santiago y la de Santa Maria del Camino. Comida en el Restaurante La Corte tan o más buena que la de ayer pero con el añadido de la música (Antonio Machín) y un buen ambiente peregrino.


Por la tarde descanso total en la habitación del hostal: libro, tele, siesta y aseo. Para la cena, repito local con el mismo resultado (me llevo un grato recuerdo de éste local) tiempo para las llamadas familiares y a dormir que mañana toca viajar hasta Astorga, vía León.



21/9/04 Carrión de los Condes – Astorga


Hoy he dormido por etapas. Me he despertado varias veces sin sueño, creo que es por la falta de ejercicio. El caso es que a las 8 y media he ido a desayunar y a las 10 ya estaba a punto para irme. He dejado la habitación para que puedan arreglarla para la gente que viene hoy (solo me la alquilaron por dos días) y me he ido al bar España a esperar el bus. Ha llegado a las 12,10 y en pocos minutos ha salido de Carrión hacia Sahagún y León. Después de ir parando en multitud de pueblos llegamos a León alrededor de la 14 horas con el tiempo justo de comprar billete para Astorga ya que el bus sale a las 14,30. Llegamos a capital maragata a las 15,40 y la parada de bus está muy cerca de la catedral y el palacio episcopal.


Cuando planifiqué las etapas ya decidí dormir en Astorga y en el Albergue de San Javier entre otras razones por la fuente con sal. Hoy y debido a mi estado de salud está mas que justificado que vaya al San Javier. Dado que sé que está situado cerca de la Catedral me dirijo hacia ella cruzando el parque situado al pie de las murallas romanas y encuentro el albergue a la primera. Andaba yo preocupado por saber si podría alargar mi descanso un día más haciendo dos noches en el albergue cuando Ramón (ese “peasssso” hospitalero) me dijo las palabras mágicas: sin problema. Cojo cama en el primer piso, suelto los trastos y sin echar un vistazo al resto del albergue me voy directo a la fuente para hacer un buen baño de pies.


No puedo describir en palabras el gustazo que me proporcionó esa fuente con sal en el patio del albergue. Baste con deciros que cuando, acto seguido, me fui a tapear (queso, calamares y vino d.p.m.) no me dolía nada de nada (palabrita del Niño Jesús). De vuelta al albergue me puse a escribir cómodamente instalado en el patio, después un rato de Internet con chat familiar incluido. Dada mi condición de semi-turista, me doy una vuelta por los alrededores de la Catedral, compro unas postales y unas mantecadas (lo sé, soy un glotón) y compruebo el horario del Museo de los Caminos. Con todo esto se hace la hora de la cena. Voy al restaurante Serrano (al lado del albergue). Local con decoración rústica y de buen gusto, una buena carta de platos y el menú del peregrino por el que me dejo tentar y acierto. Por 9 euros me sirven unos espagueti carbonara, unos escalopines al queso de Valdeón y natillas maragatas, más vino y café.


De vuelta al albergue más Internet, llamada a mi esposa y a dormir.



22/9/04 Astorga (Otro día sin Camino)


Esta noche he dormido poco (no estoy cansado) y he aprovechado para pensar/meditar varias cosas:


*Comprarme un saco más ligero (ayer vi uno en un escaparate) y enviar el que tengo a casa por correo.

*Aligerar más, si cabe, la mochila.

*Darme más tiempo para curar la tendinitis averiguando si puedo enviar la mochila hasta Rabanal.


Me levanto a las 7 y media hora después desayuno en el albergue. Por 3 euros hay un desayuno tipo buffet con café, leche, té, cereales, tostadas, mantequilla, mermelada, etc., etc.. A las 8,30 ya se han ido todos menos 3 (yo incluido) lesionados. Recojo mis cosas, pongo a ventilar el saco y hago mi colada, lo que es un decir porque hay lavadora y se encarga Ramón. Mientras tanto aprovecho para dedicar tiempo a mis notas del Camino y hago tiempo para la llegada del servicio Estrellas del Camino de la Junta de Castilla, pero resulta que mañana es su día libre y no habrá servicio a no ser que sea una urgencia (y no es mi caso) por lo tanto apruebo por unanimidad (yo solo) el cambio de saco. Esto hace que mi mañana acabe siendo estresante: Visita al Palacio Episcopal, tienda de deportes, aligerar el peso de la mochila, hacer la caja, ir a Correos (un poco lejos de donde estoy), ¡¡¡uff!!!


Salgo de Correos alrededor de las 2 y me voy al Restaurante Pedro Mato para dedicar mi tiempo al famoso cocido maragato: Un primer plato con toda clase de carne de cerdo: Oreja, lomo, pie, morro, chorizo, etc. Un segundo plato con la verdura cocida: Garbanzos, col, puerro, etc. Y finalmente la sopa de fideos. De postres pastel casero de queso con miel. Café y copa de Torres 10. Total 17 euros. Después de meterme entre pecho y espalda esta deliciosa excentricidad me voy al albergue para una sesión de baño de pies más pomada y relax (con siesta de una hora incluida). Una vez despejada la mente (el cocido se las trae) salgo a comprar la cena al súper más cercano: zumo de piña/uva con calcio para acompañar con las mantecadas. Tiempo de escritura y ocio. Cena ligera ya que con la comida voy sobrado. Llamadas a casa y a dormir, que mañana re-emprendo el Camino.




23/9/04 Astorga – Rabanal del Camino



Por ser hoy el primer día del re-inicio decido no madrugar y me levanto a las siete. Después de un buen desayuno como el de ayer, a las 7,40 empiezo a andar por las calles de Astorga. El grueso de peregrinos ya ha salido hace rato y, aunque no voy solo, se puede decir que voy en solitario. Empieza a clarear el día cuando salgo de la ciudad y al llegar a la altura de la ermita del Ecce Homo ya es totalmente de día. Paso por encima de la autovía y antes de llegar a Murias opto por la ruta de Murias en lugar de la Castrillo de Polvazares. Llego a Murias de Rechivaldo cuando llevo poco menos de una hora andando. Noto una pequeña molestia/dolor en las piernas, pero sigo “pa’lante” como si no estuviera.


A la salida de Murias el camino empieza a subir hacia los Montes de León, el paisaje cambia y el sol ya empieza a dejarse notar. Por supuesto no hay ni una sombra. Una hora más tarde y con un poco más de dolor llego a Santa Catalina de Somoza y para dejar descansar las piernas y calmar el estomago me paro en el segundo bar del pueblo y me pido un bocadillo. Cuando iba a hincarle el diente veo llegar por la calle principal una figura que me es familiar. Es Rocco, el italiano que conocí en Boadilla, que al verme me saluda efusivamente. Le invito a desayunar y acepta. Mientras le damos al queso y a la cerveza nos contamos las vicisitudes de los días que no nos hemos visto y decidimos andar juntos un rato. Vamos conversando hasta llegar a El Ganso, ahí mi amigo Rocco me comenta que quiere llegar a dormir a Manjarín por lo que, después de despedirnos, pone la directa y yo vuelvo al ritmo que me permiten mis piernas, que se van quejando cada dos por tres.


Tardo casi dos horas en llegar al roble centenario donde hago una pausa. Llego tan cansado que aunque la gente que están descansando ahí me ofrece sitio para sentarme les digo que no, gracias, que necesito echarme en la hierba. Me ven tan tocado que me ofrecen chocolate que acepto y agradezco con el poco alemán que se. Descanso 10 minutos y con las últimas fuerzas que me quedan llego a Rabanal del Camino, pero como no estoy centrado, en lugar de seguir las flechas hacia el refugio privado (El Pilar) sigo las marcas hacia el de Gaucelmo, con lo que doy una vuelta, y en subida, innecesaria.


Llego al albergue de El Pilar alrededor de las 2 y procedo a la rutina completa: sellado, pillar cama, ducha, curas diversas y colada. Como no estoy para andar mucho, decido comer en el albergue. Al pedir una ensalada y un plato de macarrones, me advierten que puede ser más de lo que pueda comer y me decido por los macarrones y pido un poco de tomate verde en plato. Cuando traen la pasta me doy cuenta de que me va a costar acabarla y eso que tengo un buen saque. La comida me sienta divinamente porque a demás de estar muy buena, el sitio es una pasada: una mesa comunitaria en el porche del patio del albergue con lo que compartes y departes con todo el mundo. Sentirse solo en El Pilar es casi imposible.


Después de la comida toca siesta, es necesario para el cuerpo. A las siete, y como buenamente puedo, me acerco a la iglesia de Santiago para oír el oficio de vísperas que los monjes del monasterio de Monte Irago ofician en canto gregoriano. ¡¡Va a resultar que este camino me va cambiar tanto en el aspecto religioso!!. Acabado el oficio vuelvo al Albergue para leer y descansar mientras hablo con unos y otros (el patio invita mucho al diálogo).


A la hora de cenar, sigo sin ánimos para andar por lo que me decido a comer un buen trozo de empanada con una ración de queso, que comparto con la gente que tengo alrededor en la mesa, acompañado por un buen vino tinto. Se monta un buen grupo de conversación: hay gente de León, Brasil, Madrid, Panamá y Bilbao. Cuando vuelven los peregrinos que han asistido a las completas de los monjes, empieza el personal a retirarse. Mañana nos espera la subida a la Cruz de Ferro y hay que descansar.



24/9/04 Rabanal del Camino – Molinaseca


Isabel nos da un buen desayuno y, como buena madraza que es de todos los caminantes, nos desea buen camino uno a uno. A las siete empiezo a andar. Aún es noche cerrada y necesito usar la linterna, por suerte el camino empieza por carretera y es más difícil el perderse cosa que me podría pasar hoy porque durante la noche me he despertado varias veces por el dolor hasta que finalmente se me ha encendido la luz (¡¡idea!!). En la mochila hay un montón de Neobrufen (el calmante que me recetaron en Carrión y que solo lo tomo al llegar al final de etapa) por lo que me tomo uno y cuando sale el sol ya casi no siento el dolor. Sube que sube, alternando carretera y camino, llego a Foncebadón donde contemplo las huellas de la salvajada que sufrió la taberna Gaia. Pero la vida sigue y mi cuerpo me pide combustible para seguir, o sea que toca la media hora de pausa para el bocadillo.


Después del repostaje afronto los dos últimos kilómetros de subida hasta la Cruz de Ferro. Al salir de una de las curvas del camino vislumbro la Cruz y me da la segunda llantina de mi camino (soy así, no lo puedo ni quiero evitar). Después de hacer cola para que el personal se haga la “fotico” subo para mi turno y acto seguido dejo mi piedra (la he llevado conmigo desde mayo) y todo lo que he volcado en ella.


Empieza una suave bajada hacia Manjarín, pero al llegar paso de Tomás (hoy no estoy para iluminados). Sigo hacia el Acebo y el camino cambia: de ser un camino más o menos ancho, pasa a ser una peligrosa y angosta trocha de piedras en la que es muy fácil tener torceduras y/o esguinces y yo ya voy servido por lo que tengo que andar con mucho cuidado, especialmente en la bajada hacia El Acebo desde las antenas militares. Llego a El Acebo a la 1 y me tomo un descanso, un aquarius y un calmante (esto llegará a ser pronto otra rutina).


Después de la pausa continuo hacia Riego de Ambros pero ya no voy solo. Desde la bajada de El Acebo voy más o menos al ritmo de una pareja de salvadoreños que viven en Panamá (Salva y Morena). En la pausa hemos “platicado” y hemos visto que pensábamos parar en el mismo pueblo por lo que tácitamente hemos re-iniciado la marcha al mismo tiempo. A partir de este momento vamos a ir a la par hasta el final del Camino (aunque aún no lo supiéramos ahí). La bajada hacia Riego es por carretera y camino fáciles. El calor es cada vez más intenso y ya tenemos ganas de llegar a Molinaseca. Pensamos que los 5 kilómetros que faltan para llegar serán fáciles como los que hemos hecho para llegar a Riego. ¡¡JA!! Trochas, senderos de piedra, bajadas imposibles y lo PEOR: Todo quemado: polvo, cenizas, nada de sombra, toda la vegetación negra y el calor dando de lo lindo.


Llegamos a Molinaseca poco antes de las tres y (vaya putada) el albergue está al otro extremo del pueblo a más de un Km. Mis nuevos amigos se quedan en el hostal y yo, cabezota, sigo hasta el albergue donde practico la rutina diaria del peregrino. Por la hora que es y con la distancia que hay hasta la zona de restaurantes paso de comida y me doy un atracón de frutos secos con una buena y fría cerveza que me sirve Alfredo. Pero tengo que ir a la farmacia para reponer la reserva de calmantes y un par de cosillas más por lo que con la colada hecha, seca y doblada y un neobrufen más en el cuerpo me voy para el pueblo. En el súper compro agua y en la farmacia doping. Con la compra hecha me encamino hacia el Hostal Palacio y encuentro a Salva y a Morena sentados en la terraza del hostal (frente a la playa fluvial) y me apunto a unas rondas de cerveza. Nos ponemos a “platicar” hasta la hora de la cena.


Dado que todos los sitios de comida abiertos están aquí, en el núcleo del pueblo viejo, decido quedarme a cenar con ellos. Se apuntan a la cena dos chicas de Teruel (Eva y Maria) y un matrimonio de Girona con los que mis nuevos amigos llevaban coincidiendo varios días. Nos dimos una gran cuchipanda con el menú del peregrino más extras. A las diez de la noche emprendo el regreso hacia el albergue y a las once ya casi ronco. Hasta mañana.



25/9/04 Molinaseca – Cacabelos



Café de máquina y bollería de máquina y a las 7,30 salgo hacia Ponferrada por el camino y no por carretera. Paso por Campo y llego al Castillo de los Templarios un poco más tarde de las nueve. Como voy sólo me paro a reponer fuerzas: pincho tortilla, aquarius, café y vuelta al camino. Cruzo Ponferrada y casi me pierdo para salir después del parque de la ribera del río.


Cruzo Columbrianos y Fuentes Nuevas bajo un sol que más que de Septiembre parece de Agosto. Pasadas las 12 llego a una zona de descanso junto a la cooperativa del vino de Camponaraya y allí me paro para airear y dejar descansar mis pies (están los tobillos hinchados). Media hora más tarde vuelvo a ponerme las tobilleras (esta vez debajo de los calcetines) y ataco la parte final de la etapa de hoy.


Cruzo por el puente sobre la autovía y entro en una zona de viñedos y en plena vendimia. Más sol y mucho más polvo por el constante ir y venir de coches con gente que va a vendimiar y vuelven cargados hacia la cooperativa. Antes de llegar a Cacabelos hago otra pausita en un parque recreativo muy bien cuidado. Hay una pareja que van en bicicletas de paseo el es alemán y ella de Polonia. Mantengo una pequeña conversación en inglés, la verdad es que en estos días estoy usando el inglés más que en los últimos tres años.


Después de un descanso de 20 minutos ataco la parte final de la etapa de hoy. Llego a Cacabelos y paso frente al famoso restaurante “Prada a Tope” pero yo ando buscando el albergue y sigo adelante hasta que llego al río y creo que he pasado de largo sin verlo. Pregunto en un bar y me dicen que no me lo he pasado, que el albergue está a la salida del pueblo, más allá del puente del río. Esto de poner los albergues a la salida de los pueblos me tiene atacado. Total , que llego al albergue cuando son casi las tres.


A la rutina diaria tengo que añadirle hoy un baño de pies con agua fría con sal para bajar la hinchazón de los tobillos (creo que no volveré a usar las tobilleras, las hago responsables de la hinchazón y de la única ampolla que tuve en todo el camino). El albergue es muy curioso: habitaciones con dos camas y armario individual en un edificio en forma de herradura alrededor del Santuario de la Virgen de las Angustias. Todo muy limpio y muy bien conservado.


Para el desayuno de mañana toca compra y eso significa retroceder hacia el pueblo. Voy con la pareja salvadoreña que han llegado más tarde porque en Ponferrada facturaron equipaje innecesario hacia Madrid. Después de hacer las compras es tiempo de “birras” que acaba enlazando con la hora de la cena a la que se apuntan las chicas de Teruel. Dado que hoy es sábado (o sea “finde”) decidimos regalarnos una buena cena, a la carta, en el Mesón El Refugio: Gambas i/o setas (al ajillo, a la crema, en revoltillo), Entrecots (ternera, buey), tabla de ibéricos; dos botellas de vino joven de El Bierzo (capricho de Salva) postre y chupitos. Total que nos dan las tantas, llegamos al albergue y la ropa esta sin recoger y la mochila sin hacer. Recojo la ropa, la pongo en el armario, cambio la tirita de la ampolla y a dormir que mañana será otro día.



26/9/04 Cacabelos – Ruitelán


Hoy retomo el “planning” original. A las 5 y media el vecino de habitación se despierta y a las 6 ya se ha ido, por lo que puedo hacer, cómodamente, la mochila. A falta de bar abierto, desayuno zumo y una barrita energética y un poco antes de las siete me pongo en marcha hacia Villafranca del Bierzo. Aún es de noche y hace un poco de fresco. Espero una etapa cómoda y llana pero no lo es ya que los primeros 2 Km. son por carretera pero nada llanos y más allá del cruce de Valtuille se coge un camino pedregoso en subida, además el fresco se ha transformado en aire simplemente frío.


Llego a Villafranca a las 8 y media con tal mono de café que casi paso de largo de la iglesia de Santiago con su Puerta del Perdón. Fotos y sigo a la busca de un bar abierto (cosa difícil porque hoy es domingo), cruzo casi toda la ciudad y pasado el puente sobre el río Burbia, en vista de que no encuentro nada abierto, pregunto a una señora que me indica un lugar cercano que sí está abierto y al entrar me encuentro (sorpresa) con Salva y Morena. Alegría mutua y compartimos tiempo de desayuno. Me preguntan si voy a seguir por la carretera o por Pradela y les digo que por Pradela no, gracias, que no estoy yo para subidas gratuitas.


A las 9 y media emprendemos de nuevo la marcha hacia la vega del río Valcarce y allí nos encontramos con el tramo del Camino que para mí es el más delicioso: el “yellow brick road”. La vegetación de la vega es exuberante y el tráfico de la NVI es casi inexistente gracias a la nueva autovía (esta obra es omnipresente en toda la vega del Valcarce), además el perfil es prácticamente llano lo que hace que esos kilómetros sean de los más placenteros. Llegamos a Pereje casi sin darnos cuenta y a pesar de que vamos bien hacemos una paradita para reponer líquidos. De vuelta al camino amarillo seguimos hacia Trabadelo donde llegamos a mediodía.


A partir de Trabadelo el calor empieza a hacer más pesado el andar y el grupo se va dispersando. En La Portela hacemos un descanso de pies y una vez agrupados comentamos el final de etapa. Yo indico que quiero alojarme en el albergue de Ruitelán por varias razones. Salva y Morena dicen que también irán hasta Ruitelan. Pilar y Rafa (de Madrid y jubilados con mucha marcha) se apuntan al plan. En cambio Eva y María dicen que pararán antes. Como no quiero enfriarme les indico que yo sigo y que nos veremos en Ruitelán.


Bajo la canícula casi agosteña, y con la autovía dominando cada vez más el paisaje, sigo hacia Ambasmestas y hacia Vega de Valcarce para llegar a Ruitelán pasadas las tres. Estoy muy cansado por lo que mañana me haré llevar la mochila hasta Triacastela. A estas alturas ya hablo con el Apóstol, y en mis soliloquios le llamo Santi por lo que le digo que no me tenga en cuenta la trampa ya que mis pies necesitan un poco de descanso. En el albergue me recibe Carlos y después de las instrucciones de uso y disfrute del albergue (despertadores no, estrés no, malos rollos no) y de apuntarme a la cena colectiva procedo a la rutina diaria de llegada concluida la cual y en compañía de los salvadoreños que ya han llegado nos vamos al bar a tomar unas cervecitas y algo de picoteo.


De vuelta al Pequeño Potala, dedico una hora a escribir mientras disfruto de la música clásica que suena: Vivaldi, Puccini, Verdi, Wagner ... hasta que a las siete y media Carlos nos avisa para la cena. El comedor es pequeño pero los 16 que nos hemos apuntado al acto comunitario nos distribuimos en las dos mesas largas que hay montadas. Curiosamente hispanohablantes en una y el resto en otra. La cena es sencilla pero muy bien presentada y preparada: Gazpacho , ensalada, espagueti carbonara y natillas con galleta y canela, todo ello aderezado con una buena dosis de música clásica.


Durante toda la cena no hemos parado de hablar (será por el vino). La sobremesa ha sido larga pero a las nueve estoy tan cansado que, a pesar de que me tienta mucho participar en la pequeña ONU que se ha organizado, me retiro a dormir y a las 9 y media ya estoy roncando. Veremos que tal nos irá la “etapa reina” de mañana.

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27/9/04 Ruitelán - Triacastela


A las 6 y media se oyen las notas del Ave Maria de Schubert, una forma genial de despertar. Durante el desayuno, abundante y a base de productos naturales, hemos escuchado arias de ópera, temas de los tres tenores, etc.. Con éste despertar que nos ha montado Carlos hemos empezado el día sin ninguna prisa y no hemos salido hasta las 8 y ya es de día. Ligeros como plumas al haber facturado las mochilas (nuestros pies lo están agradeciendo) llaneamos hasta Las Herrerias y pronto empezamos el ascenso a La Faba, un camino de piedra, subida, piedra, sin solución de continuidad, que nos deja sin aliento mas de una vez. A partir de La Faba seguimos el ascenso pero de forma más suave y a través de un paisaje espectacular hacia Laguna de Castilla (último pueblo de Castilla-León).


Casi sin darnos cuenta y después de andar por varias sendas y tronchas, llegamos a Galicia. Toca foto en el mojón aunque esté grafiteado. A partir de ahí afrontamos los últimos repechos, mas suaves de lo que me esperaba, hasta llegar a O Cebreiro a las 10 y media. Galicia nos recibe con un tiempo espléndido, ni una nube en el cielo, una visibilidad increíble y una temperatura veraniega (estoy sudando más que en una sauna). Va a ser difícil que en otros caminos vuelva a tener estas condiciones atmosféricas por lo que hago de turista y me lío a hacer fotos de todo: El Bierzo, y por ende Castilla, la ermita, las pallozas, Galicia como una sucesión sin fin de valles, montes, nieblas bajas, hasta más allá de 40 Km. Es una vista realmente fantástica, pero como que el paisaje alimenta el espíritu pero no el cuerpo, toca avituallamiento.


Después de una pausa de ¾ de hora, reemprendemos la marcha para afrontar las dos últimas barreras de altura de la etapa. El buen tiempo nos permite seguir por el camino hacia Liñares a través del bosque en lugar de ir por carretera. Cruzamos Liñares y enfilamos el camino hacia el Alto de San Roque que coronamos sin demasiada dificultad. Además la exuberancia del paisaje gallego nos tiene embobados y eso (y la ligereza de equipaje) hace que el andar sea una delicia. Pasamos por Hospital da Condesa y nos dirigimos a Padornelo para subir el remate final: el alto do Poio. Llegamos arriba a la 1 y media habiendo comprobado que los 500 metros del Alto do Poio son tan o más duros de lo que se dice. Pausa de rehidratación que algunos aprovechan para tomar el sol (hay gente “pa to”).


A partir de aquí el camino inicia un largo descenso de 12 Km.. Hasta Biduedo es suave y alterna tramos de piedra con otros de buen firme (todo ello envuelto en el delicado perfume del producto estrella de la tierra, las vacas y su rastro, especialmente en Fonfría). En el bar de Biduedo encontramos a unos viejos conocidos: Laura, Lorenzo, Giovanna e Isabel, de quienes no sabíamos nada desde Molinaseca. Laura tuvo un percance en la bajada de El Acebo y tuvieron que llevarla a Ponferrada pero ésta chica puede con todo y ya está de nuevo en marcha y con ganas de llegar hasta Santiago. Nos despedimos del grupo de León (así les llamo) y alrededor de las tres seguimos la bajada que pronto empieza a ser más pronunciada. Al salir de una curva vemos el valle en el que se asienta Triacastela y un incendio recién iniciado en la ladera opuesta del valle. Mientras el tiempo va pasando y el calor nos va machacando, vamos viendo la labor de el helicóptero de los bomberos.


Son casi las cinco cuando llegamos a Triacastela. Los últimos kilómetros los hemos hecho con la directa puesta ya que tenemos ganas de llegar, llevamos nueve horas de etapa. Recogemos las mochilas y nos encaminamos al albergue Aitzenea (Casa de Piedra) donde yo tenia previsto pasar la noche. Además el albergue publico ya estaba lleno. Mis compañeros Salva y Morena se quedan agradablemente sorprendidos de las instalaciones del albergue. Una vez instalados, aseados y con la colada (colectiva) hecha, nos vamos a dar un paseito (se ve que aún no hemos andado lo suficiente) para encontrar al resto del grupo, comprar unas cosillas y cenar en el bar Xacobeo el consabido menú del peregrino.


Como ya nos consideramos un grupo (sic) en la sobremesa concretamos la ruta de los próximos días y tras arduas deliberaciones planificamos las etapas de los días venideros para llegar a Santiago el domingo día 2 de Octubre y bajando en kilometraje de las etapas a menos de 25 Km. (la paliza de hoy ha hecho mella). Por lo tanto mañana iremos hasta Sarria pero por la variante de San Xil. Como serán pocos kilómetros decidimos no facturar las mochilas. Levantamos la sesión y a dormir.



28/9/04 Triacastela – Sarria



Después de un buen desayuno salimos de Triacastela cuando aún no son las ocho. La oscuridad es tal que por poco no nos equivocamos de ruta y nos vamos para Samos. Cruzamos la carretera y empezamos la ruta de San Xil por una carretera local en suave ascenso y, a partir de la fuente con forma de vieira, fuerte hasta llegar al San Xil. A partir de ahí, y con el sol ya presente, el paisaje es realmente magnífico y el trazado va cruzando bosques y claros por un igual. Poco antes de las diez hacemos una pausa en un prado en Montán ya que no encontramos ni un bar donde parar (más o menos ya lo sabíamos).


Continuamos la marcha y en Furela hacemos la que ya llamamos pausa de pies. O sea que pies al fresco, bebemos agua y nos zampamos el chocolate que ayer, como previsión, compre para hoy. Sobre las 11 nos volvemos a poner en marcha, pero el calor aprieta y las fuerzas ya no son las mismas. Ayer no descansamos suficiente y eso se nota ya que vamos más despacio y con éstas bajadas llenas de piedras se hace bastante difícil el andar bien. Pero así es el Camino. Además, desde que hemos entrado en Galicia, los pueblos no están tan bien indicados como en Castilla y, para acabar, hay concellos, parroquias, aldeas, TODO UN LÍO.


Pasamos Calvor y ya vemos, en la lejanía, Sarria. Parece estar cerca pero aún faltan 5 Km. y se nos hacen difíciles de pasar. Al grupo se han unido Morag (un chica de Escocia) y Sebastian (un muchacho de Hamburgo). El va tan o más tocado de piernas que yo mismo y ni con calmantes mejora. Llegamos a Sarria un poco antes de la una, cruzamos el río Sarria, subimos la escalinata y nos dirigimos al albergue privado O Durmiñento del que tenemos buenas referencias. Pagamos 8 euros, pero vale la pena: es nuevo, tenemos una habitación para nosotros, las literas son de hierro rústico, los colchones son de muelles y se duerme en nórdicos (limpísimos). A estas alturas del camino es un lujazo. Rutina de llegada y a comer. Los dueños del albergue: Jorge el cocinero es genial y su mujer, Raquel, una pasada: Nos deja probar las dos sopas, nos indica donde ir de tapas, se preocupa por nuestro estado de salud, lo dicho: una pasada.


Después de comer tendemos la ropa que no ha quedado seca y a la siesta. Una hora de vicio reparador y me bajo a escribir y, ya puestos, entro en Internet. Busco información para las etapas posteriores, hecho un vistazo al correo, y hablo (xat) con mi ahijada, mi hermana, mi hija mayor y con Laura, mi esposa. Cuando el resto del grupo se levanta de la siesta, unos cuantos vamos de compras (súper y farmacia para reponer dosis).


De regreso del centro descubrimos un lugar para cenar: una pérgola en el jardín de la Sociedad Coral Recreativa. Morena va a buscar al resto del grupo y a su regreso entramos todos a disfrutar de una buena cena combinando menú con unas tapas, algún plato combinado y, sobretodo, unas botellas de Albariño, postres y unos chupitos de orujo de hierbas a los que invita la casa. Todo exquisito y muy bien de precio (salimos a 10 euros por cabeza). Regreso al albergue y a dormir que mañana toca hacer 23 kilómetros.


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29/9/04 Sarria – Portomarín



Me levanto a las 6 y junto a Salva y Morena nos dirigimos al bar La Escalinata para desayunar. Al entrar nos encontramos con el grupo de León. Laura va muy tocada y nos comentan que el bar tiene servicio de envío de mochilas y que ellos lo van a usar. Nos falta tiempo para decir que nosotros también lo usaremos (los tobillos no se deshinchan). Desayunamos y a las siete y cuarto empezamos a andar, no sin antes avisar a Rafa y Pilar del tema mochilas.


Salimos de Sarria con la luz de la luna llena y de la linterna (que es más bien poca) y la verdad es que por poco no nos perdemos ya que las indicaciones son pocas y difíciles de ver. Nos movemos por corredoiras, caminos y sendas y la combinación de oscuridad, neblina y luz de luna da un resultado que nunca había visto y que nos tiene a todos impresionados. Claro que también hace muy difícil el andar (por las piedras). Poco a poco empieza a despuntar la claridad y también empezamos a hacer aquello que mas castiga al caminante: subidas y bajadas constantes con poco llaneo (esos toboganes ... ).


Los lugares van pasando: Barbadelo, Rente, Brea. Del mojón de los 100 Km. casi ni hablo porque casi ni se ve de tanto graffiti (es una pena). Antes de llegar a Ferreiros, hacemos pausa de bocadillo en el bar Casa Morgade. A estas alturas estamos absolutamente convencidos de que hemos hecho, pero que muy, bien en facturar el “backpack”. Vuelta al Camino que hoy parece una autopista. Calor, polvo, piedras y mucha, mucha gente. Se nos hace duro el andar y tenemos que hacer pausas continuas pero finalmente, después de ver Portomarín, hacemos los últimos 3 Km. de bajada (y que bajada) y llegamos al puente sobre el embalse de Belesar a la 1 y media. Lo cruzamos y subimos hacia el nuevo Portomarín a través de la escalinata de la Capilla de la Virgen de las Nieves.


Por las referencias que tenía decidimos (Salva, Morena y yo) no alojarnos en el albergue y vamos a buscar habitación en el hotel Villa Jardin. Una vez reservadas y con las manos libres de paquetes vamos a buscar las mochilas al bar Venecia para, acto seguido, regalarnos una comida a base de tapas y cerveza en uno de los bares situado en los porches frente al lateral de la iglesia de San Nicolás. Estando en ello llegan Rafa y Pilar que nos cuentan las dificultades que tienen (tendinitis el y tensión alta ella) y que les han hecho tomar la decisión de bajar el ritmo variando las etapas.


Nos despedimos de ellos deseándoles Buen Camino y nos vamos al Hotel para una sesión de atención personal. En mi caso es baño, masaje de agua en las piernas, curaciones varias y SIESTA. Después de la siesta un rato de relax combinado con escritura y salida para compras y un poco de foto-turismo. Visito la iglesia de San Nicolás cuyo interior es sobrio pero impactante y me regalo un tiempo de meditación (¡¡no ... si al final acabaré convertido en un místico!!).


A la salida me uno a Salva y Morena y nos dirigimos a cenar el consabido menú del peregrino pero hoy regado con un buen ribeiro y rematado con el correspondiente chupito de orujo de hierbas. Puede que no sea un experto cicerone en arte, pero en costumbres culinarias y sus anexos (léase bebidas) creo que estoy mostrando a mis amigos salvadoreños lo mejor de todas las zonas que cruzamos. Acabada la cena, a dormir que mañana hay más.



30/9/04 Portomarín – Palas de Rei + Pontecampaña


Lo siento pero hoy también ... facturamos los bártulos hacia Palas de Rei y con el cuerpo ligero, desayunamos y a las siete y media empezamos a andar. Salimos de Portomarin y cruzamos la cola del embalse de Belesar por un puente peatonal (y yo con mi vértigo ... pues a pesar de la oscuridad es demasiado para mí) y acto seguido empezamos la primera subida del día. Hasta llegar a Gonzar son 8 kilómetros de subida constante. Se hace de día a la altura de Toxibo y un poco después de las nueve llegamos a Gonzar donde hacemos una pausa de hidratación: aquarius, coca cola , cafeses, etc.


El día está nublado y a pesar de que hay mucha humedad, no hace calor, por tanto proseguimos la marcha que primero llaneando y después en bajadas nos lleva hasta Ventas de Narón donde hacemos la pausa de pies. A las 11 la niebla se ha disipado por completo y ha dejado un día nubloso y sin calor, lo que nos anima a plantear la posibilidad de ir más allá de Palas de Rei. Ya veremos.


A partir de Ventas, el camino transita por una carretera local que están reparando. Esto nos deja un pelín tocados porque entre camiones, piedras, máquinas asfaltadoras y polvo, lo que podría haber sido una bajada fácil y suave nos ocupa una hora y media y nos deja bastante jodidas las rodillas, pero hacemos un descanso en Airexe y a las 12 y cuarto ya estamos de nuevo en marcha hacia Brea donde, a base de toboganes, llegamos un poco más tarde de la una. Estamos a punto de llegar a Palas do Rei y como parece que aún no hemos tenido bastante castigo por hoy, acordamos recoger la mochilas en el albergue y seguir hasta Casanova.


Al llegar a Palas y recoger la mochilas en el albergue, nos enteramos que está lleno por lo que la idea de seguir ha quedado ya justificada. Nos tomamos unas cervecitas (para coger ánimos) y enfilamos la salida hacia Casanova. A través de corredoiras y senderos pasamos por San Xulian do Camiño donde vemos un albergue privado, pero por dormir cobran 10 euros y nuestro amigo alemán dice que es demasiado por lo que le grupo sigue pa’lante. Un Km. y medio más allá encontramos Casa Domingo, albergue privado rural, que cobra 6 euros por dormir y da de cenar por 7 euros. Nos quedamos. Y es una decisión acertada porque las camas son geniales, con sábana bajera, almohada con funda, colchones nuevos de muelles, los lavabos y las duchas son pequeños pero muy limpios y tiene una terraza más todo un prado increíbles. Las dos habitaciones están decoradas en rústico y el comedor es al mismo tiempo un museo de herramientas de carpintero.


Acabada la rutina diaria con doble cantidad de ropa, toca cervezas (frescas y deliciosas) con frutos secos y charla al fresco. Apunto la idea de pedir una queimada (la he visto anunciada) para que puedan probarla todos. Nos dicen que la persona que las hace es el marido de la dueña y no saben si volverá a tiempo para poder hacerla, ya que trabaja fuera. A todo esto, resulta que la dueña nació en Panamá y su familia tiene un negocio muy cerca de donde viven Salva y Morena por lo que se gastan un buen “tiempito” hablando sobre sus vivencias comunes.


Ya entrada la tarde nos pasan a tonar nota de lo que querremos cenar y a las 8 nos sentamos en el comedor para dar cuenta de un espeso caldo gallego y varias clases de carne, vino tinto de la casa, postre y sobremesa. A la cena en nuestra mesa se han apuntado una pareja de Barcelona (Pere y Montse) que están haciendo el Camino a caballo y que, por supuesto, han hecho una entrada en el albergue que nos ha sorprendido a todos. Durante la charla de sobremesa, descubrimos que son actores y hablamos sobre teatro, cine, tv, etc.. Recibo una llamada de casa y salgo a fuera para poder hablar en catalán con tranquilidad con Laura (que queréis ... la ternura me sale mejor en mi lengua materna).


Al volver adentro la otra mesa con guiris se van a dormir y cierran la puerta del comedor. Veo que en una mesa cercana ponen una cazuela de barro y los ingredientes de la queimada. ¡¡¡Oh ... sorpresa!!! Nos han organizado todo el ritual con un conxuro espeluznante, por lo vívido y veraz, hasta tal punto que los actores han aplaudido casi más que nosotros. El resultado final: BUENISIMO. Ha sido un espectáculo que no creo que podamos olvidar ninguno de los que lo presenciamos por mucho que pase el tiempo. La sobremesa se alargó, la queimada de un litro se acabó toda y luego nos fuimos a dormir la mona después de una noche mágica total.


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1/10/04 Pontecampaña – Ribadiso da Baixo



Hemos dormido todos como troncos, pero el toque de diana es a las siete, y media hora después ya estamos en marcha, a pesar de la oscuridad, cruzando campos a la caza de un bar abierto. Pasamos por delante del albergue de Casanova y constatamos que fue una buena decisión la de pararnos antes. En Leboreiro conseguimos cafetear (por fin, son casi las nueve) y acto seguido proseguimos hacia Melide. La mochila pesa y poco a poco mi pierna derecha me va haciendo más daño, parece que la ampolla del pie izquierdo me hace andar mal. A pesar de la molestia llego a Melide a las diez y media y en poco tiempo más me planto en Casa Ezequiel. Ahí nos reagrupamos y pedimos 3 raciones de pulpo “a feira” , 3 de empanada y una jarra de vino blanco turbio. A la facción sajona (Morag y Sebastian) no les gusta nada el “octopussy”, Morena y Salvador lo prueban y a él le gusta más el vino que el pulpo. Mientras tanto yo me lo paso pipa porque el pulpo está delicioso. Cuando estábamos a punto de acabar llegan Rafa y Pili que se apuntan al banquete (más pulpo y más vino).


Total, una hora comiendo y ahora a ver quien es el guapo que se pone a andar. Pero como no queremos quedarnos aquí, no nos toca más remedio que volver a andar. Faltan 11 kilómetros hasta Ribadiso y la verdad es que se harán muy duros por la modorra y los toboganes. En Boente hacemos pausa de pies y rehidratación doble (por la resaca). Después más toboganes. Pasado Castañeda el camino llanea y un kilómetro antes de llegar empieza una fuerte bajada que me deja muy jodido de pierna y rodilla.


El albergue de Ribadiso es público y aunque el sitio es ideal, los servicios dejan un poco que desear, a pesar de esto y como que no hay narices de seguir andando hasta Arzúa, nos quedamos. Rutina diaria y después de recoger la colada (mojada) vamos a cenar a O’Chiringuito, eso sí previa ingesta de Neobrufen porque dicho comedero está a más de un Km. del albergue y si no me dopo no llego. O’Ciringuito es eso, un chiringuito y la cena resulta sencilla, pero buena.


A las nueve volvemos hacia el albergue y nos cruzamos con Pere y Montse (los caballistas) que van a cenar al mismo sitio. Ellos han llegado a media tarde y, como siempre que llegan a un albergue, han sido un espectáculo. A las nueve y media y con todas las cosas recogidas para mañana ya estamos todos durmiendo ya que el albergue no tiene nada para entretener ni ningún lugar en el que estar (la sala/comedor es el dormitorio de los ciclistas).



2/10/04 Ribadiso da Baixo – Pedrouzo



Dado que en Ribadiso no hay bares ni en el albergue máquina de café, empiezo el día con un par de barritas energéticas para aguantar la subida hasta Arzúa. A las ocho menos cuarto arrancamos y en una hora llegamos a Arzúa. Con un buen desayuno en el coleto volvemos a arrancar a las nueve hacia Salceda pero hacemos una pausa en Calle para descansar y comer algo. Son las once y media y la pierna derecha me duele mucho. Me tomo otro calmante (el segundo de hoy) y “pa’lante”. En Salceda hacemos otra pausa de pies antes de atacar el Alto de Santa Irene.


Tardo una hora y veinte en hacer 4 kilómetros hasta el bar del Alto y es por el dolor, por lo tanto: pausa y doping (tercer calmante, aquarius y burn). Detrás nuestro vienen los jinetes catalanes que nos acompañan un tiempo en la bajada hacia Santa Irene. Vamos por el camino antiguo y pasamos por delante del albergue privado primero y después el albergue público y los dos tienen un buen aspecto, pero están vacíos.


A la altura del albergue de la Xunta nos hemos encontrado con Laura y compañía (de León) que nos ha dicho que quieren llegar, hoy, a Monte do Gozo (¡¡¡). Yo no podría, nos faltan sólo 3 Km. para nuestro final de etapa y creo que llegaré por los pelos. Poco antes de las cuatro llegamos a Pedrouzo y Morag, la escocesa del grupo, dice que ella sigue hasta Lavacolla. Nos despedimos y quedamos para mañana a las siete de la tarde para una buena cena de despedida en Santiago. Ella continúa y nosotros nos vamos a buscar el albergue.


Lo encontramos muy cerca. Es grande y por fuera luce bien, pero por dentro deja mucho que desear: sucio, mal olor, los lavabos (¡puaj!). Pero así es el camino y esto es lo que hay. Ducha, curaciones, súper, colada y la pierna que no para de doler. A ver como me lo compongo para cenar.


A las 8, y después del cuarto calmante y con la colada ya seca, vamos a cenar al restaurante El Compás nuestra última cena en el camino y como no podía ser menos: menú del peregrino, mas vermouth previo y chupito de orujo de hierbas para acabar. Un paseito de vuelta al albergue, llamada a casa y a dormir que mañana es el último día de camino.

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3/10/04 Pedrouzo – Santiago de Compostela



Ha sido una noche extraña. He dado muchas vueltas, me he despertado más de cinco veces, etc. ¿Por qué será?.

A las siete y cuarto y después de desayunar, empezamos el camino en plena oscuridad. Bosques de eucaliptos y corredoiras totalmente a oscuras, con niebla y un dolor en la espinilla derecha que no se va a pesar de haber tomado dos calmantes. Pero Santiago nos espera y no hay nada que nos detenga. Hacemos de un tirón 8 Km. y nos paramos en San Paio, nada más pasar las señales de final de pista del aeropuerto de Labacolla. Hemos ido tan rápido que sólo son las nueve. Salva dice que hoy batiremos el record de velocidad (ja, ja).


Quince minutos después reiniciamos la marcha con una subida que hace que el Alto do Poio parezca poca cosa y eso me deja muy tocado. Bajo el ritmo, sube el dolor y me quedo atrás, solo. Tardo una hora y media en hacer 4 Km.. Salva y Morena me están esperando en el bar del Camping San Marcos, delante de TVE Galicia con una coca-cola y un aquarius, le añado un neobrufen para poder continuar y el dueño nos anima diciendo que estamos a tan solo 2 Km. del Monte do Gozo y que sólo queda una última subida de 50 metros.


Por lo tanto, vamos que nos vamos, que aquí no pasa nada. La niebla parece que quiere levantarse pero no del todo y cuando llegamos al Monte do Gozo, no se ven las torres de la catedral pero si una buena parte de Santiago y eso nos anima. La bajada del Monte do Gozo es larga y pronunciada y mis piernas no cesan de protestar, pero ahora no es el momento de hacerles caso. Alrededor de las 12 hacemos la pausa de pies en la explanada del Palacio de Congresos, a pocos metros del letrero que indica la entrada a Santiago de Compostela. Llamamos al hostal para preguntar si tiene habitaciones libres y nos dice que no por lo que decidimos alterar los planes (y van ...).


Nos animamos y atacamos el último tramo del camino. Pasamos por delante de la Capilla de San Lázaro y en media hora, y a través de la Rua dos Concheiros, llegamos a la Rua de San Pedro el final de la cual nos deja en la Porta do Camiño. Subimos por Casas Reais , Rua das Ánimas, Praza de Cervantes, bajamos por Azabachería y llegamos a la Catedral por la Praza da Inmaculada que está llena de gente haciendo cola para entrar unos a la misa de la 1,30 y otros a la capilla-museo. Bajamos hacia la plaza del Obradoiro y la cosa no cambia mucho: hay autocares, muchísima gente, una concentración de escarabajos (Wolkswagen), todo el conjunto asemeja un mercado.


Pero nos da igual, es la una y diez y hemos llegado al final de nuestro camino y este momento es nuestro y cada uno lo vive a su manera: gozo, alegría, lagrimas, paz. Tiempo de fotografías y de reencontrar a muchos peregrinos que hemos ido viendo estos últimos días. Unas chicas andaluzas nos indican que han encontrado alojamiento en el Hostal La Salle y nos dan el folleto con el plano para llegar y como que al pasar por la plaza de Platerias veo que la cola que hay en Quintana da Morte para entrar por la Puerta Santa es de más de dos horas y que la cola de la oficina del peregrino, según el vigilante, es de más de una hora, decidimos ir al hostal para poder descansar un poco.


Preguntamos como llegar a La Salle y nos indican mas o menos. Al llegar a la plaza de Cervantes volvemos a preguntar y un señor mayor nos dice que nos acompaña y así lo hace, ya que nos lleva hasta delante del colegio La Salle y se despide para volver allá donde lo hemos encontrado. Le damos las gracias por el detalle (y a Santi por el favor) y vamos hacia el hostal que está detrás del colegio. Son casi las dos y estamos reventados. Nos citamos en una hora para comer unas tapas. Registro, instalación, ducha, curación, vestido de paseo y como nos sentimos como nuevos (es un decir) bajamos hacia el casco antiguo a la busca de un bar. Nos decidimos por una terraza al aire libre y con unas cervezas, unos calamares y una tabla mixta de embutidos y queso ibéricos nos sentimos como unos reyes.


Vamos a la oficina del peregrino a buscar la Compostela y mientras hacemos cola llamo a casa y hablo con Laura. Todavía en la cola comento con Salva y Morena que ya que no tenemos que marchar hoy de Santiago, podemos dejar la visita al Apóstol para mañana a primera hora y así no tendremos que hacer cola y así lo acordamos. Con la Compostela en la mano es hora de que me vean los de casa por lo que voy a la plaza de Praterías para que me puedan ver con la webcam que hay instalada en el balcón de la Casa del Deán. Después de salir en la tele y para descansar de la hora de cola hemos ido a tomar un café en un bar de la Rua do Vilar, cerca de la oficina del peregrino lo que nos ha permitido ver más peregrinos que hacía días que no veíamos. Con todos ha sido un reencuentro alegre, especialmente con el grupo de Laura, con quien quedo citado para el año próximo, cuando empiece mi segundo camino desde León.


En vista de que falta más de una hora para encontrarnos con Morag, propongo ir al parque de la Alameda para ver la estatua de Coelho y la vista de la catedral, pero sólo se apunta Morena y allá que nos vamos para encontrarnos dos sorpresas: una buena y una mala. La mala es que la estatua no es de Coelho (estaba mal informado) y la buena es que, en un parterre y tomando el sol, nos encontramos a Morag. De vuelta paso por Correos para mandar la última postal y después me uno al grupo. A las siete y media, y con mucha hambre, bajamos hacia la Rua do Franco, zona de restaurantes, a buscar uno para la última cena. Nos decidimos por El Cayado que tiene una terraza interior y una carta interesante. Pedimos una paella para tres y dos vieiras para Sebastian y de primero las chicas piden caldo gallego, Salva unos mejillones a la vinagreta, Sebastian una ensalada y yo un salpicón de marisco, todo ello regado con un rioja Coto de Imaz del 99. De postres: limones y crema helados. La cena resulta un éxito. Todo estaba buenísimo.


A las 9 y media salimos ya que el tren de Morag sale a las 10,30. Es tiempo de despedidas y lo hacemos deseándonos lo mejor para el camino que ahora empieza. Ella se va hacia la estación, Sebastian se va hacia el albergue Acuario y nosotros hacia nuestro hostal. Más curaciones, un poco de escritura y a dormir que mañana hay que hacer cosas.


4/10/04 Santiago: Final y regreso.



Como acordamos ayer, nos levantamos pronto para ir a la Catedral y abrazar al Apóstol. Llegamos a Quintana Da Morte a las 8 y diez y nos pensamos que está cerrado, pero no, lo que pasa es que no hay nadie. Entramos por la Puerta Santa y no se ve a nadie dentro por lo que podemos subir al camarín con toda la tranquilidad del mundo, sin nadie que nos empuje y podemos darle al Santo un abrazo en condiciones y acto seguido bajamos a la cripta para poder pedir/hacer , bueno ... lo que cada uno quería. Salva, incluso, vuelve a subir al camarín (éste maquina algo).


Hago de cicerone y visitamos la catedral. Nos acercamos al Pórtico de la Gloria y hacemos todo el ritual: la mano en el árbol de la vida, los golpes en la cabeza del maestro Mateo, etc. Visitamos todo lo que nos place porque en la hora que estamos dentro no hemos visto más de diez personas. Vamos a desayunar y volvemos al hostal a recoger el equipaje. Hago las últimas compras y lo llevo todo a la consigna de la oficina del peregrino.


Volvemos a la catedral para asistir a la misa del peregrino. Falta una hora pero eso nos permite un tiempo de recogimiento. La misa comienza a las 12 y la oficia el arzobispo de Santiago. Al acabar la ceremonia llega el momento estelar del Botafumeiro, pero antes Salva nos ha sorprendido: ¡¡¡Ha confesado y comulgado!!!. También yo he tenido mis momentos ... y se me ha escapado alguna lágrima. ¡¡Que queréis que os diga ... es el Camino!!


Finalizada la misa visitamos la iglesia de Santa María la Antigua y después a comer a Casa Manolo. Un clásico de la ciudad, por 6,5 euros un menú de 10 primeros y 10 segundos. Me pido unos fideos con almejas de primero y de segundo un churrasco y no soy capaz de acabar el segundo plato. El postre no se escoge: Yogur, y Salva pide un vino blanco joven (muy bueno).


Después de comer, Salva y Morena me acompañan a la estación. Es una despedida corta pero intensa. Nos reafirmamos en lo bien que “la hemos pasado” y quedamos en cruzarnos e-mails y visitas en cuanto sea posible. Abrazos y besos y subo al tren hacia A Coruña donde a las 6 de la tarde sale el Shangai Express que me llevará de vuelta a Barcelona. Me esperan 17 horas de viaje para regresar a casa, con la familia y dar por concluido mi primer camino, que bien seguro que no será el último.












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