3.2 - CAMINO 2007

 

DESARROLLO DE "MI" TRILOGÍA


28-4-07 Sabadell – BCN – Santo Domingo de la Calzada


Ha sido una noche extraña. Hechos acaecidos en el trabajo no me han permitido dormir bien y las horas de descanso nocturno han quedado transformadas en periodo de duermevela poco grato y nada reparador. Finalmente decido levantarme 15 minutos antes de las siete, tomo un ligero desayuno con Laura y salimos hacia la estación de Renfe-cercanías.


Poco después de las 8 subo al tren para BCN, mi santa me despide desde el andén y a partir de aquí pongo en marcha el programa de desconexión. Este año he bajado, de un modo inconsciente, el nivel de planificación por lo que en este momento tengo una leve sensación de inquietud que promete hacer que mi cuarto camino sea algo especial.


Empiezo las variaciones con un viaje de ida en autobús (con cambio de asiento incluido por problemas técnicos). A las nueve el bus número 71 de ALSA para Gijón sale de la Estación del Norte hacia la Ronda del Litoral. Me despido de mi Mediterráneo hasta dentro de 15 días y doy comienzo a mi aproximación a La Rioja.


La combinación de factores (mucho sueño, pocos pasajeros, viaje en autopista, etc.) hace que las tres horas que tarda el autobús en llegar a la pausa de Alfajarín las pase durmiendo como un bendito. Es la primera vez que puedo dormir “a pata suelta” en un viaje de autocar.


Vislumbro las torres de la Pilarica poco antes de la una. Tráfico, atascos, maniobra milimétrica para entrar en la estación de Zaragoza, cambio de chofer y de parte del pasaje y proseguimos hacia La Rioja bajo un cielo que, de forma intermitente, va dejando caer agua.


Llego a Logroño a las tres. Tengo que esperar que sean las cinco para coger al autobús que me llevará a Santo Domingo. Sigue lloviendo por lo que me quedo en la terminal. Entablo conversación con una peregrina alemana pero residente en Milán. Como siempre que se habla del Camino, el tiempo pasa volando y cuando llega el autobús, me despido de ella y me subo al vehículo.


Suenan las seis, en la Torre Exenta, cuando llego a la Catedral del santo ingeniero para cumplir encargos. Doy cumplida cuenta de ellos y empiezo a andar. Cuando cruzo el puente sobre el río Oja y enfilo hacia Grañón el cielo se abre y el sol hace acto de presencia. En la Cruz de los Valientes hago una pausa y puedo contemplar algo de lo que venía buscando: el mar de Castilla, ya que el viento va causando un “oleaje” al mecer los tallos verdes del trigo.


Llego a Grañón y me dirijo al albergue. Subo por la angosta entrada y al llegar empieza la pesadilla: está completo, no cabe una aguja. Pregunto por otras opciones y me dicen que pruebe en la casa rural ya que el albergue juvenil también está lleno (más tarde me enteraré de que tuve más mala suerte de la que me pareció en ese momento ya que el hospitalero con el que topé no era seguidor del espíritu de Grañón y no ofrecía hospitalidad, pero así es el Camino y esto es lo que hay).


En la casa rural, más de lo mismo. Haciendo caso omiso al lema “en el camino hacia atrás, ni para comer” consigo el número de teléfono de un taxi para volver a Santo Domingo en la creencia de que al ser una ciudad grande habrá más opciones de alojamiento. El taxista me recoge en la parada del bus rural y mientras me lleva a la ciudad le pido consejo sobre dónde alojarme y me da varias opciones. Son las ocho y empieza la búsqueda. En media hora agoto todas las opciones: La casa del Santo, la pensión Rey, la hospedería de las Teresitas, el hotel Corregidor, casas particulares, el Parador Nacional. No hay un hueco en toda la ciudad.


Ante la perspectiva de pasar una noche al raso, cosa que no me apetece, vuelvo a llamar al taxista y le pido que me acerce a Azofra. Son las nueve cuando llego al albergue y les pregunto si les queda un hueco para mí y, al contarles mis peripecias, me dicen que despida al taxi que ya buscarán un hueco. Vuelvo al taxi, cojo la mochila y quedo con el taxista para que me recoja al día siguiente. Mientras me inscribo, me cuentan que están al completo, tanto el nuevo, como el refugio de María Tobío, como las escuelas. Además de la afluencia de gente a causa del puente, hay dos circunstancias que han hecho que llegue más personal: En Nájera son fiestas y el Albergue de Ventosa ha sufrido un incendio (sin daños personales).


Yolanda y su gente se han portado de maravilla: han traído un colchón de casa y he podido dormir en el comedor. Además he podido vivir unos de esos “momentos Camino” que causan el enganche a la “jacobeína” ya que en un momento me he encontrado comiendo algo de sopa calentita, un buen pincho de tortilla y un vaso de vino que, sin pedirlo, me han ofrecido algunos de los peregrinos que estaban en el comedor. Y ahí estoy, en Azofra y con los ojos llenos de agua ... si es que lo mío es empezar con lágrimas.


29-4-07 Azofra – Grañón – Belorado


A las seis el tráfico de personal en el comedor parece la Gran Vía de Madrid en la hora del inicio de los teatros en sábado noche, por lo que poco he dormido ya que hasta medianoche hubo gente de charla. Pero he podido descansar y eso es más que suficiente. A las siete me voy, con todo el equipaje, al bar Peregrino. Desayuno, charla y a esperar el taxi que me llevará al punto donde ayer dejé el andar.


Retomo el Camino y salgo de Grañón hacia Redecilla a las ocho y media. El cielo está gris, pero no llueve por lo que el andar es algo agradable. A la entrada de Redecilla decido sellar y, como no, le doy a la “sinhueso” con la chica que regenta la caseta de información. Le cuento las vicisitudes de ayer y me comenta que si hubiera seguido me podría haber alojado en su albergue, ya que a las nueve de la noche de ayer aún acogieron caminantes. Aviso para navegantes: Digan lo que digan, en Redecilla siempre acogen al peregrino.


Ante la noticia, que da un tinte de ridiculez al trajín taxístico de ayer, paso de cabrearme y tiro “pa’lante”. En contra de mi costumbre, paso del bar y salgo hacia Castildelgado. Cuando llego, vuelvo a pasar del bar (empiezo a preocuparme de este arrebato de Ley Seca) y prosigo hacia Viloria.


A pesar de saber que el Camino es más largo que ir por la carretera, sigo las señales y voy hacia la cuna de Santo Domingo. El refugio de Acacio y Oretta está cerrado (supongo que estarán en Ventosa) por lo que hago la pausa en la Plaza Mayor. Tras quince minutos de descanso, retomo la ruta y salgo de Viloria pasando frente al cementerio. La bajada es impresionante y nos brinda una espectacular visión. El Camino vuelve a tomar la forma de andadero paralelo a la N-120 por lo que puedo contemplar la romería que hoy transita por él.


Cruzo Villamayor volviendo a pasar del tema bar (definitivamente no soy yo) y, por el andadero, afronto los más o menos 5 kilómetros que faltan hasta Belorado. He decidido cambiar las dos etapas planificadas (Grañón– Tosantos y Tosantos–Agés) por tres (Grañón–Belorado, Belorado–Villafranca y Villafranca–Atapuerca) y así intentar huir del atasco. Parece que este va a ser el año de la no-planificación, pero así es el Camino.


Llego a Bel Furatus, y después de sortear miles de anuncios llego al albergue Cuatro Cantones sobre la una. Primera rutina “caminil” pero sin colada (llueve y no se secaría) y me acerco a la Plaza Mayor para tomarme una cerveza y decidir dónde comer. Doy novedades a casa y me regalo un buen menú.


Vuelvo al albergue bajo la lluvia y me tomo un tiempo de escritura seguido de una breve siesta tras la que me uno a la charla comunal en el comedor y puedo cambiar impresiones con un belga, una escocesa y dos alemanes sobre el camino (hecho y por hacer). Cuando oscurece me acerco al bar y en lugar de cena, me tomo una ronda de tapas y a las nueve y media ya estoy acostado. Espero poder dormir un poco más que ayer.


30-4-07 Belorado – Villafranca Montes de Oca


Antes de las 6 ha empezado la actividad mochilera, pero he seguido acostado. Cuando se ha despejado la zona, me he levantado, aseado, desayunado (lo poco que han dejado) y con el equipaje hecho, he empezado a andar. Son las siete y veinte y el día está, de momento, despejado.


Salgo de Belorado pasando cerca del convento de San Francisco y tomo el andadero, después de cruzar el río Tirón por un puente peregrino. El Camino discurre paralelo a la N-120 por senderos algo embarrados. En una hora llego a Tosantos y a la salida me detengo a contemplar la vista que ofrece un pequeño otero: hacia atrás la ermita troglodita de Nuestra Señora de la Peña y hacia el oeste se pueden contemplar Villambistia y Espinosa del Camino.


Al encontrar el bar de Espinosa abierto decido hacer un buen desayuno y me tomo una hora para ello. El cielo se va tapando y cuando salgo para hacer el tramo final de hoy, la lluvia vuelve a hacer acto de presencia de forma que al pasar frente a las ruinas del Monasterio de San Félix ya es más que un “chirimiri” y llego a Villafranca bien mojado.


El albergue está abierto, pero hasta las tres, es tipo “self-service” por lo que me aposento, hago la rutina diaria (sin colada) y me voy al “Pájaro” a cervecear. Hoy va a ser un día de “dolce far niente” y para hacer tiempo hasta la hora de la comida, vuelvo al albergue donde charlo un poco con algunos peregrinos que han llegado.


A la hora de comer montamos un grupito (4) de catalanes. Ya en la mesa descubrimos que tenemos, a parte del Camino, algo en común: los tres varones somos bancarios (1 prejubilado de la banca y dos cajeros en activo) por lo que hacemos un poco de terapia de grupo y nos liberamos de algún que otro “frustre” poniendo a parir a unos cuantos.


La comida ha sido buena, abundante y el servicio rapidísimo. Cafés en el bar, algo más de charla y volvemos al albergue para sestear ya que sigue lloviendo y no apetece pasear. Después de dormir un rato aprovechamos que no llueve para dar una vuelta por Villafranca y comprar algunas cosillas en el bar-tienda. La iglesia no está abierta (como casi todas en el Camino) y el pueblo no ofrece mucho para ser visitado por lo que volvemos al albergue.


Dedico un tiempo a la escritura, mientras los vegetarianos estrictos montan sus cenas multicolores, ya que el espacio es multiusos, o sea, todos en el mismo sitio. Cuando el olor de sofritos se hace insoportable, bajo a la calle y aprovecho los últimos rayos del sol hablando con las hospitaleras. Cuando el astro rey se esconde por detrás de los Montes de Oca volvemos a reunir el grupo del mediodía para ir a cenar.


Vamos otra vez al “Pájaro” y hacemos tiempo hasta la apertura del comedor haciendo aquello que no podemos hacer en casa: hablar del Camino. Comentamos el “over-booking” de estos días y cómo nos ha afectado a cada uno. Coincidimos en que la presencia más masiva es la de germánicos y que, salvo honrosas excepciones, no son la alegría de la huerta y tienden a ir muy a su bola (casi más que los franceses) en cuanto a lo del “madrugueo” y lo del “bolseo-plastiquero” pero, incluso esto, es el Camino.


Después de una cena sencilla pero agradable y con buena compañía, la vuelta al albergue es una carrera bajo una lluvia intensa y rabiosa. A las diez ya estoy sobando.


1-5-07 Villafranca Montes de Oca – Atapuerca (en principio)


Por fin una noche de buen sueño, sin ruidosos vecinos ni madrugadores locos, ya que sin que nadie lo indicara hemos acabado los españoles en una habitación y los germanos y los francos en otra. Me levanto a las siete y salgo al vestíbulo para empaquetar la mochila y cuando me asomo a la ventana me llevo la sorpresa del día: Está nevando ... y no poco. Es una nevada en toda la regla, y de golpe me acongojo (o sea me noto los congojos en la garganta) pero hay que seguir adelante y, por lo tanto, me plastifico y me voy al “Pájaro” a tomar un desayuno “comme il faut”.


Diez minutos antes de las ocho, y bajo una copiosa nevada, emprendo la subida por detrás de la Iglesia de Santiago el Mayor y dejo atrás Villafranca por un tramo de los que me “encantan”: una corta y fuerte subida totalmente embarrada, por suerte seguida de una pista amplia y bien acondicionada. El paisaje está cada vez más blanco y la precipitación no tiene visos de parar. Me tomo una pausa en el mirador de la Sierra de San Millán para recuperar el aliento al tiempo que puedo constatar que la capa me hace sudar tanto que voy mojado.


Prosigo el ascenso y la nevada arrecia por momentos lo que hace que la visibilidad sea cada vez más limitada. Al llegar al tobogán del río Turrientes, más allá del monolito de los caídos, es casi imposible verlo en toda su dimensión. De todas formas la nieve le da un aspecto inusual e interesante, si no fuera porque a estas alturas el gore-tex de las botas se ha ido a la porra y llevo la ropa tan mojada como si no llevara nada encima de ella.


Lo que, según Mundicamino, es un super-agradable y fácil descenso hasta el monasterio de San Juan de Ortega es hoy una alternancia de charcos, barro, nieve y tramos más asequibles que, desde luego, no es ni lo primero ni lo segundo, pero hay que seguir y poco a poco llego al monasterio. Lo de Marcela está abarrotado de gente y a causa de ello no sirven bocatas por lo que decido entrar en la iglesia, hacer unas fotos, una pausa corta y seguir antes de enfriarme.


En poco menos de una hora llego a Agés y me quedo en el Pajar para entrar en calor, descansar bien y poder hacer colada de tres días a base de máquina (tienen lavadora y secadora). El albergue es pequeño, nuevo y muy acogedor, la ducha es un lujazo y poco a poco vuelvo a la vida. Esperando turno de máquina, me tomo una cervecita acompañada con unos frutos secos ya que me he apuntado a la cena temprana.


Tiempo para la escritura rodeado del sonido de las conversaciones multilingües (inglés, alemán, italiano). Dejo la escritura para incorporarme a la charla, mientras controlo la colada. A una hora nada habitual (19,30) empieza la cena que sigue siendo multinacional. Es totalmente extraño cenar con luz solar. De hecho, al acabar, puedo salir a tomar el sol, cosa impensable esta mañana.


Llamo a casa para dar novedades y al volver al Pajar subo a preparar la mochila y me encuentro al resto de los co-literanos ya acostados. Estos extranjeros están locos: cenan a las 7, se acuestan a las nueve y se levantan a las ... Para celebrar el hecho diferencial decido ir al bar del pueblo a tomarme algo. Caen un café, un whisky con hielo, un rato de marujeo con la dueña y una charla con un “aussie”. A eso de las diez y media me retiro a mis cuarteles para tener una cita con Morfeo.


2-5-07 Agés – By-pass de Burgos – Tardajos


Hoy han sido buena gente. Mis co-literanos no han empezado a meter ruido hasta las seis y media por lo que he podido dormir mucho y bien. A las siete y media, bien desayunado y con la perspectiva de tener buen tiempo, ya que el día ha amanecido sin una nube, salgo de Agés camino de Atapuerca. Por una carretera local de escaso tráfico llego a la cuna del “homo antecesoris” cuando el sol empieza a disipar la escarcha de los tiernos tallos de trigo.


Nada más salir de Atapuerca, el Camino inicia la subida para coronar y cruzar la sierra homónima. Hoy es una senda embarrada hasta llegar a los tramos altos en los que los roquedales impiden la formación del lodo. La subida me obliga a tomar pausas constantes para regular las pulsaciones hasta llegar al altiplano, que cruzo en un “pis-pas”, para poder contemplar la capital burgalesa en la distancia.


El descenso hacia Villalval es corto pero peligroso para mis rodillas por lo que me lo tomo con calma. Cuando creía estar próximo a la entrada de Villalval, las señales me mandan hacia una senda (hoy un lodazal) que me desvía de la aldea. Como siempre sigo fiel a la “flechitis” aunque al final descubro que la ruta se vuelve a unir a un camino que justo sale de Villalval por lo que es una opción para un futuro camino.


En pocos minutos llego a Cardeñuela, donde cometo mi enésimo error “caminil”, y desprecio una hermosa terraza de bar pensado que pararé en el siguiente pueblo. Pero como ocurre habitualmente, el bar (taberna) de Orbaneja está cerrado por lo que me quedo sin pausa ni segundo desayuno.


Camino de Villafría, cruzo la autovía y veo las señales de la variante de Castañares y la entrada a Burgos por Fuentes Nuevas, pero no la puedo tomar ya que las obras de ampliación del aeropuerto de Burgos han cortado, sin alternativas, esta ruta. Ante tamaño desatino sale el rebelde que hay en mí y opto por hacer un “by-pass” a Burgos y en Villafría me subo al carro de fuego # 8 que me deja entre la estatua del “mio Cid” y el Espolón. Allí engancho con el # 39 que me deja en el Barrio del Pilar, frente a la escuela politécnica, donde el Camino salía de Burgos. Y digo salía porque la calle Blasco de Garay está siendo alargada con otro macro-grupo de viviendas que junto con la iniciada urbanización, más allá de la cárcel, hará que dentro de poco Villalbilla pase a ser un barrio más de la capital. Por cierto, gracias a la carretera de circunvalación (BU-30) el Camino “oficial” ya no pasa por dicho pueblo, por lo que de Burgos se llega a Tardajos sin opción de pausa.


Me aproximo a Tardajos con cierto miedo (recuerdo la caída del 2004) y con los tobillos gritando por falta de pausa. Rebaso el fatídico (para mí) punto en la entrada y llego al bar Ruiz sobre las 2. Como he sido “malo”, dejo el albergue para los “puros” y tomo una habitación (15 €), un “peasso” de ducha y un menú abundante. Mientras tomo el café, aprovecho el sol que luce a intervalos. Hoy me he librado de la lluvia.


Para bajar la comida, voy a dar un paseo por el pueblo y lo empiezo acercándome al albergue para sellar. Allí entablo conversación con el hospitalero que me cuenta que el albergue lo mantiene abierto la asociación de Madrid y aún funciona por donativo, o sea de milagro. Cambiamos impresiones sobre el Camino a día de hoy y llegamos a la conclusión de que el Camino Francés puede morir por el éxito. Le agradezco el rato de charla y el ofrecimiento de sus servicios, que rehúso por no haberlos de menester, y me voy a continuar el paseo por Tardajos.


La iglesia está cerrada (¡¡¡Que raro!!!) y no la puedo visitar, pero me dedico a contemplar la extraña mezcla de estilos del resto de las edificaciones de la villa: Adobe, piedra, tocho, madera, etc. El paseo no es muy largo ya que el pueblo se visita en muy poco tiempo. De vuelta en el bar Ruiz me siento en la terraza para tomar el sol ya que la tarde ha quedado espléndida e invita a ponerse al sol, como los lagartos, mientras escribo, pienso, no pienso y dejo transcurrir el tiempo hasta la hora de la cena. Cambio impresiones con una peregrina holandesa y un peregrino checo acerca del clima: la nevada de ayer y la previsión para los próximos días.


Con estas y otras cosas se hace la hora de la cena y paso al comedor. A poco de sentarme llega la peregrina neerlandesa y me pregunta si se puede sentar conmigo. La chica no habla español y tendré trabajo idiomático pero me apetece compartir mantel. Buena comida y buena conversación, tanto que cuando nos damos cuenta son las diez. Ella se va a dormir, un servidor se va a tomar un café en el bar y a las once subo a acostarme.


Mañana intentaré andar 30 kilómetros, ya veremos si lo logro.


3-5-07 Tardajos – Castrojeriz


Buena noche de sueño reparador, sin tapones y en cama de matrimonio. A las siete en punto bajo al bar para desayunar y sorpresa: no hay nadie. Están las luces apagadas y a pesar de que nos dijeron que empezaban a esa hora, hasta la media no hace acto de presencia la chica. Se disculpa diciendo que anoche se acostó tarde viendo la tele (no se qué de la Pantoja)


A las ocho, y con el depósito lleno, emprendo la marcha hacia Rabé. He tardado en llegar menos tiempo que la primera vez que hice este tramo ya que en los tres años transcurridos, tanto Rabé como Tardajos han crecido. Cruzo el pueblo echando de menos encontrar la monjita que tiempo atrás regalaba a los peregrinos una imagen de la Virgen y nos deseaba buen camino y, ya en la salida, vuelvo a ver el cobertizo con la puerta de ascensor que tanto me impactó el año 2004. Aunque estoy pisando tramos ya conocidos, el hecho de hacerlos en mayo les da un aspecto muy distinto (la vez anterior fue en septiembre) ya que el trigo está creciendo y los campos son un gran tapiz verde ondulante.


A partir de la fuente de Praotorre, la subida es suave y constante con algo de barro en el camino gracias a que dos días de sol y viento han hecho un buen trabajo, pero da una idea de lo que debió ser pasar por aquí el día de la nevada. Poco a poco la subida te lleva al altiplano, desde cuyo borde opuesto se puede observar el pueblo de Hornillos ubicado en una depresión entre altiplanos.


Llego a Hornillos a las diez, lo que significa que he andado a 5 km. por hora (en mi caso, un milagro). Tiempo de pausa con bocata en el bar Manolo (bien) y 45 minutos después retomo la ruta preparado para la larga subida que me aguarda después de las bodegas. Afortunadamente el clima me regala un día perfecto para andar: suave brisa, más nubes que sol y nada de lluvia.


Al llegar a la planicie, me sigo embelesando con la contemplación del mar verde (que gran diferencia con el mes de septiembre). Me acompañan los trinos de los pájaros y el sonido del viento que me aportan un estado tal de calma que propicia el hablar conmigo mismo. Y pensar que hay gente que despreciando este tramo se pierden esta maravilla ... y la cambian por un viaje en tren o autobús.


Cuando atisbo Arroyo San Bol, sé que estoy a medio camino de mi etapa de hoy. Bajada, subida y otra vez en el altiplano monótono, quasi inacabable, hasta que encuentro un tramo en el que el barro aún está presente y en grandes cantidades. Bajo de mi nube para evitar caídas lodosas y al acabar la zona embarrada ya veo el letrero de Hontanas 0,5 Km. que por fin está ubicado donde corresponde porque antes de haber andado 150 metros ya puedo ver el campanario de la iglesia.


Cuando me siento en la terraza del albergue El Puntido con un bocadillo de tortilla es la una y media. Pausa de pies, doping y a las dos vuelvo a andar para afrontar el último tercio de la caminata de hoy. La hora del día y el estado de mis pies, me aconsejan que vaya por la vieja carretera local.


Ha sido una buena elección ya que, a pesar de los kilómetros que llevo encima, llego a las ruinas del convento de San Antón en una hora. El refugio está cerrado por lo que, sin pausa, enfilo hacia la recta de Castrogeriz. Voy totalmente solo, sin referencias, a mi ritmo y llego a la Colegiata al filo de las cuatro.


Busco el refugio de Resti y está lleno (hay partes en reforma) por lo que me voy al municipal y me instalo. Rutina de aseo y me voy al bar El Lagar para escribir un poco y relajarme otro poco mientras, como no, cerveceo otro poco. El local es un antiguo lagar, aún conserva el mecanismo de prensa y está decorado con grandes cuadros costumbristas que describen, básicamente, faenas agrícolas. Además la música (celta) proporciona un ambiente muy relajante ... si no fuera porque estoy rodeado de teutones hablando la lengua de Goethe (que no es que me guste en demasía)


Siguiendo el consejo de unos peregrinos me voy a la Taberna para probar su afamado menú. Tengo que sortear las obras de pavimentación de la calle/camino (o viceversa) de Castrojeriz y cuando llego aún es pronto por lo que me pido una clara. Justo mojarme los labios y me llevo una de esas sorpresas “caminiles” ya que por la puerta asoma uno de los compañeros de mesa en Villafranca.


Nos contamos las vicisitudes de los últimos días (muy en especial, la nieve) y me invita a unirme al grupo para cenar, acepto y comparto con ellos la mesa. La comida resulta un éxito ya que la fama de la Taberna es totalmente justificada, tanto por la calidad como por la cantidad, el servicio es rápido y agradable y el entorno es acogedor. Durante el ágape convenzo a mis contertulios para que mañana se queden en Boadilla y conozcan el albergue “En el Camino”.


Después del café y los chupitos de rigor, nos despedimos hasta mañana, al final de la jornada. Son las diez cuando entro en el caluroso dormitorio del albergue y me acuesto después de hacer de alpinista (litera superior muy, muy alta).



4-5-07 Castrojeriz – Boadilla del Camino


Noche deportiva: varias sesiones de alpinismo alternando con tiempos insomnes por el calor y las sinfonías. Por suerte el personal de hoy es educado y hasta las seis y media se han comportado. Me levanto, recojo y me voy al Lagar a desayunar. Empiezo a andar al filo de las ocho, bajo un cielo medio cubierto que promete bonanza.


Salgo de Castrogeriz bajo el poderoso influjo que produce la visión del Alto de Mostelares (más bien la subida impresionante) a todos los que, poco a poco, vamos hacia él. Aplicando la técnica del “paso a paso” llego al altiplano con menos dificultades que la primera vez. El hecho de repetir tramos hace que las sensaciones sean encontradas. Por un lado está la certeza de saber lo que viene tras cada nueva curva, loma, otero o monte pero al mismo tiempo, mis respuestas (físicas y emocionales) son muy distintas. Esto hace que sea como un camino nuevo.


Después de los 30 kilómetros de ayer, y de cómo se me quedó el cuerpo, hoy he decidido hacer una etapa corta (20 Km.) por lo que me lo tomo con calma. Me siento en el Alto y contemplo un grandioso espectáculo de efectos especiales que la naturaleza me regala, gratis por supuesto, para luego empezar a cruzar el altiplano sin ningún tipo de prisa. Tras el descenso llego a la fuente del Piojo y, zass, otra pausa. En la ermita de San Nicolás paro y entro a conocer el albergue y probar la hospitalidad de los itálicos. Pausa de una hora en Itero, con visita incluida al rollo de justicia. En definitiva, disfruto del Camino y del espléndido tiempo que hace: nuboso, pero con ratos de sol y un suave viento.


Llego al albergue “En el Camino” a la una y media y el grupo (de ayer) ya está en la mesa para comer. Pillo cama, suelto la mochila, cambio botas por sandalias y me siento a disfrutrar la gustosa comida casera, tan rica como la recordaba. Acabada la colación me voy a la ducha y, ya limpito, vuelvo a la terraza para un café y copa de reglamento, seguido de una breve siesta.


Tras el tiempo de recuperación me voy a comprar agua, es decir, me acerco a la curiosa fuente que preside la entrada del Camino en Boadilla. Unas vueltas a la rueda y mana una agua fresca, cristalina y buenísima. En los bancos que la rodean hay un grupo de gente, compuesto por dos habitantes y cuatro peregrinos, al que me uno para charlar un rato disfrutando del agradable clima de la tarde y acompañados por el siseo del viento en las frondosas copas de la arboleda.


Cuando la tarde va tocando a su fin, volvemos al albergue para preparar las mochilas ya que al tener segundo turno de cena, no nos dará tiempo para empacar sin molestar. Con los deberes hechos, disfrutamos un rato del calorcillo que la chimenea de hierro colado proporciona en la sala de estar y nos vamos al comedor a falta de unos minutos para las ocho.


La primera tanda se alarga en el uso del mantel y no entramos hasta las ocho y media. A esa hora se monta una mesa con siete comensales de habla castellana, a saber: 3 vascos, 1 madrileño, 1 asturiana (residente en Montreal) y 2 catalanes. Eduardo nos sirve una sabrosa cena, salida de las expertas manos de Begoña (su madre), regada con buen vino tinto y en la que la conversación gira, como no, entorno al Camino. A las diez, y después de una ronda de chupitos de licor de hierbas, gentileza de la casa, vamos a los dormitorios para dar descanso al cuerpo.


Pero la noche empieza con mal pié: la sinfonía naso-gutural es un “molto vivace” alentado, sobre todo, por el gran consumo etílico de los hijos del káiser. Como guinda del pastel comentar que una co-habitante se pasa más de 20 minutos iluminando con su linterna las literas intentando localizar a los solistas y, aunque no sé que pretendía conseguir con el juego de luces, acabo durmiéndome con la sensación de estar en un concierto de música conceptual.


5-5-07 Boadilla del Camino – Carrión de los Condes


Por suerte tenía cama baja ya que esta noche me he levantado cuatro veces (sin comentarios). Cada regreso a la cama iba acompañado del delicado aroma que desprende más de uno que no usa la ducha, hasta que alguien ha dejado abierta la puerta que comunica con la sala de estar y el aire se ha podido renovar.


A las seis y media me he levantado y al salir a empacar en la sala he descubierto (sorpresa) que los primeros en levantarnos hoy hemos sido los del país. ¿Por qué seráááááááááááá?


Desayuno en el comedor y a las siete y cuarto salgo de “En el Camino” hacia Fromista en medio de una densa niebla y un frío intenso. Poco a poco voy entrando en calor y cuando llego al camino de sirga del Canal de Castilla llevo un buen ritmo. Acompañado por el canto de los pájaros voy acercándome a Fromista entre la niebla y la bruma que surge del agua domesticada. Cruzo las compuertas del canal, paso por debajo de la vía del ferrocarril y entro en el primer bar que veo abierto.


Después de la pausa, retomo el camino y a pesar de que son las nueve, la bruma aún persiste. A medio camino de Población de Campos la niebla va levantándose descubriendo el paisaje y yo descubro que me falta un guante (mañana pasaré frío). En Población es tiempo de bocadillo y de calibrar si voy por el andadero o por Villovieco. Opto por esto último y, nada más salir del pueblo, giro a la derecha (en vez de cruzar el puente) y así andar unos diez kilómetros sin tener la N-120 tan cerca. Es un tramo solitario ya que la romería va por la senda paralela a la nacional.


En Villarmentero el desvío se une al Camino (¿o es al revés?) pero en lugar de seguir, retrocedo unos metros para descansar en el chamizo/bar. Tiempo para el doping y el refresco acompañado por música sacra, tras el que prosigo hacia Villarcázar de Sirga. La monotonía del andadero sólo es interrumpida por los locos del volante y los trinos de las aves (me abstengo de decir cuál me gusta más).


Al haber visitado Villa-Sirga y su iglesia-fortaleza anteriormente, prosigo por la carretera, en vez de entrar, y me tomo una pausa de pies en el mesón que hay en la salida. Poco antes de las dos, el cielo se va cubriendo y empieza a soplar un viento inquietante. Es el momento de atacar el último tramo de la etapa de hoy.


Por el andadero, abandono Villa-Sirga en un momento en que el Camino no es romería ya que vamos pocos andarines y muy distanciados. Dos lomas más allá de Villa-Sirga ya se ve Carrión. Aprieto el paso porque el cielo amenaza lluvia (aunque al final no lloverá) y llego a la villa de los Condes a las tres de la tarde.


Las Clarisas ya están llenas por lo que me acerco al parroquial. Consigo la última cama baja y una vez instalado, me encuentro a dos compañeros de la cena de ayer con los que quedo para esta noche. Voy a dar un paseo por la ciudad, que aprovecho para comer un bocadillo y reponer la farmacopea. De vuelta al albergue, siesta y tiempo de escritura.


Después del descanso vienen a buscarme para que les indique dónde comprar vituallas ya que mañana toca la tan temida recta de Calzadilla. Después de las compras es tiempo de cervezas y de encuentros, ya que nos cruzamos con los dos vascos que están hoy con la familia. Presentaciones, fotos de rigor y volvemos al albergue para dejar las compras y preparar la mochila para no hacer ruido mañana.


Para la cena nos vamos al restaurante La Corte. Buena cena, buena charla. Será la última del grupo ya que ellos llevan un ritmo de kilometraje mayor que el mío. Antes de acostarme llamo a casa para dar novedades y a las diez ya estoy en la litera aunque me cuesta dormir pensando en la etapa de mañana.


6-5-07 Carrión de Los Condes – Terradillos de los Templarios (en principio)


Otra noche de visitas al servicio (esto empieza a ser incómodo) pero a las seis me levanto y al bajar a recepción para acabar de prepararme para salir, veo el guante perdido ayer encima de la mesa del hospitalero. Parece ser que ha aparecido en una colada de lavadora y nadie sabe cómo ha ido a parar allí. Sea como sea, el caso es que ha vuelto a mí y lo usaré ya que a primeras horas el frío es intenso.


A las siete menos cuarto, previo desayuno, emprendo la marcha y salgo de Carrión pasando por delante del Monasterio de San Zoilo. Los campos que rodean la carretera que lleva a la Abadía de Benevívere están blancos por causa de la escarcha y el aire es cortante y gélido, tanto es así que tardo un buen tiempo en entrar en calor.


Poco a poco el sol va incrementado su influencia y cuando paso por la abadía ya tiene fuerza para empezar a fundir el manto blanco. Poco a poco me va adelantando más y más gente. La etapa no está resultando nada solitaria pero me está pasando factura y desde que atisbo la torre del cementerio hasta que llego a Calzadilla se me hace eterna.


Pausa de pies con reposición de líquidos bien rodeado de alegres jubilados germánicos. Poco antes del mediodía prosigo hacia Ledigos por el andadero y cruzando el Cueza. El sol cae a plomo y la ausencia de sombras junto con el estado de mi estómago transforman este tramo en una prueba algo dura.


Llego a Ledigos cuando apenas es la una y cuarto pero no me veo capaz de continuar hasta Terradillos por lo que me quedo en El Palomar. Me inscribo, aseo, hago la colada, como un poco y me acuesto ya que tengo frío, a pesar de la soleada tarde. Dormito toda la tarde (creo que tengo un poco de fiebre) y a la hora de cenar no puedo acabar el segundo plato.


A las nueve vuelvo a estar acostado. Espero estar mejor mañana.


7-5-07 Ledigos – Sahagún


Otra noche movida (o debería decir revuelta), ya veremos cómo evoluciono. Salgo de Ledigos con la intención de llegar sólo hasta Sahagún porque no me veo capaz de andar más. Tardo una hora en llegar a Terradillos y ando a la busca de un servicio. No hay bar pero la hospitalera del albergue Jacques Molay me permite usar el suyo. Me temo que la etapa de hoy, corta en principio, va a ser muy complicada.


Salgo de Terradillos y el sol ya da de lleno. El Camino discurre por pistas de parcelación, entre campos de cereal verde. Llego a Moratinos con otra urgencia pero no hay nada (utilizable) y no me queda más remedio que seguir hacia San Nicolás del Real Camino. Son dos kilómetros y medio escasos, pero a este servidor se le hacen largiiiiiiiiiiiisimos. Es una pena pero no estoy pudiendo disfrutar de una etapa, a priori, agradable.


Finalmente llego, mal, pero llego al bar de San Nicolás y soluciono la urgencia. Además me concedo un tiempo de pausa de pies. Cuando son las once reemprendo la marcha hacia Sahagún, fin de mi etapa de hoy, por el andadero paralelo a la N-120. Llego al límite provincial y ya puedo contemplar la villa. Nunca sé que es mejor, si ver el destino desde muy lejos o verlo cuando ya estás encima. Hoy me cuesta mucho llegar y para no alargar la tortura no me desvío hacia la ermita de la Virgen del Puente.


Llego a la entrada de Sahagún poco antes de la una y voy a sellar a la Trinidad. Debido a mi estado gastro-intestinal pregunto a la chica que atiende al peregrino por un hostal “B.B.B.” y me envía al Escarcha. 20 euros por dormir en habitación con dos camas, calefacción y baño completo (con bañera).


Me doy un baño por inmersión que es un lujo y, una vez recompuesto, voy a comer. En medio de un ataque de inconsciencia decido ir a comer lechazo al restaurante El Ruedo. Mi cuerpo no lo aprovechará, pero mis papilas gustativas lo gozan a tope bien regado con un crianza de la tierra. Acabada la locura gastronómica doy un tour fotográfico por esta vieja y bella villa castellana que tengo que terminar súbitamente y dirigirme al hostal para una sesión gástrica. Ahí decido que no debo cenar por lo que planeo comprar fruta y algo para mañana por la mañana.


Retomo el paseo fotográfico, compro algo de fruta y bebida isotónica y una postal para mis ahijados que envío inmediatamente ya que mi cuerpo lanza señales inequívocas de no encontrase bien. A las seis me tengo que acostar ya que los constantes viajes al wc me dejan debilitado y además me ha subido la fiebre. Estoy tan atontado que ni se me ocurre ir a la farmacia. Duermo de forma intermitente y a medianoche pruebo de comer un plátano.


Vuelvo a caer en un sueño inquieto y febril hasta que a las 5 me despierto ligeramente mejor. Escribo un poco ya que llevo dos días de atraso en mis notas y cuando son las seis y media decido aventurarme a seguir camino hasta el Burgo Ranero.


8-5-07 Sahagún – El Burgo Ranero


A las siete y cuarto y después de una noche inolvidable (o para olvidar) salgo de Sahagún cruzando el puente sobre el río Cea. Hoy va a ser otro día de sol pero, de momento, aún hace frío. No sé si es tarde o es pronto, pero no se ve ninguna romería.


Voy pendiente de lo mío y con pocas fuerzas ya que no llevo el depósito lleno. A pesar de todo llego al desvío de Calzada en poco más de una hora y hago una pausa al inicio del andadero “tan bien sombreado” por esos plátanos “tan bien plantados”. A partir de ahí y hasta llegar a Bercianos voy pausando cada kilómetro ya que no tengo prisa. El sol vuelve a pegar de lo lindo y, dado que no sopla viento, hoy volveré a tostarme.


Llego a Bercianos al filo de las diez y me pido un bocadillo de queso y dos coca-colas naturales (no frías) que, en principio, me sientan “fetén”. Tras media hora de descanso salgo de Bercianos por el dichoso andadero “sombreado” y el sol que cae es de justicia. Va a ser un final de etapa durillo porque los pies se calientan sobremanera.


Voy pauseando y así, pasito a pasito, llego al Burgo poco después de la una. Me dirijo al albergue Domenico Laffi, me inscribo y una vez acabada la rutina “peregrinil” me voy a la farmacia a buscar remedios para lo mío. La boticaria me vende suero para mezclar con agua para reponer las sales minerales y Fortasec para cortar lo otro. Me aconseja dieta blanda y le hago caso ya que en la comida me tomo medio plato de spaghetti hervido (sin tomate), poco menos de medio filete de merluza a la plancha, un plátano, agua y sin café.


Como no estoy para paseos y el sol sigue dando de lo lindo me subo a la habitación y me echo a descansar ya que dormir no se puede por el ruido general. Incluso hay un cornetista ensayando para no sé que acto. Sobre las siete salgo a dar una vuelta y me llevo una sorpresa. Al acercarme al bar El Peregrino, oigo una voz que me es familiar. Es Begoña la asturiana canadiense de la que me despedí en Carrión de los Condes ya que tenía la intención de visitar Villada, el pueblo de su abuela, y para ello se desvió unos kilómetros del Camino. Nos saludamos efusivamente y nos contamos las respectivas vicisitudes.


Con ella y el grupo con el que estaba hablando vamos a visitar la iglesia de San Pedro y a la vuelta me despido de ella porque necesito acostarme y compensar el sueño perdido de ayer. Ella mañana irá hasta Puente Villarente por lo que le deseo un Buen Camino.


A las nueve ya estoy acostado y ni me entero de la llegada del resto de los vecinos de habitación.


9-5-07 El Burgo Ranero – Mansilla de Las Mulas


He dormido mucho y bien, con sólo un viaje a los servicios. Recojo la mochila y a las 7,30 sigo el canto de los batracios para salir del Burgo hacia Reliegos por otro tramo de camino largo y despoblado. El sol promete atacar de forma inclemente y a fe que lo hará ya que a las nueve de la mañana más parece de agosto que de mayo por lo que opto por pausear cada vez que, notando mis pies calentarse, tenga un sitio a la sombra para descansar. Con este sistema consigo evitar, eso sí por poco, tener la misma sensación que con el tramo Carrión – Calzadilla y llego a Reliegos en poco más de cuatro horas.


Cruzo por delante de “Hobbitland” cual náufrago en el desierto: buscando un bar. Con el objetivo conseguido me entrego al epicúreo placer de un enorme bocadillo de jamón que, al tener el estómago mejor, me sienta de maravilla. Habiendo repostado, re-hidratado y con los pies descansados tras la pausa me dispongo a afrontar la legua que me queda hasta Mansilla.


A mediodía y bajo un sol canicular retomo el mantra: arbolito, arbolito, arbolito, crucero, arbolito ... A pesar de haber hecho un buen descanso y de llevar el depósito lleno, las fuerzas parecen haberme abandonado y el andar se me hace costoso, pero poco a poco me voy acercando a Mansilla. Cruzo la Puerta de Santiago, atravieso el núcleo antiguo y, poco después de la una, llego al albergue de los Amigos del Peregrino.


Rutina “caminil” y una vez recompuesto me voy a comer a Casa Manolo. Nada más entrar veo a Begoña (esta mujer siempre aparece cuando menos la espero). Creía que aún estaría andando, ya que suele empezar a caminar tarde, pero hoy ha “madrugado” y ya ha comido porque tiene la intención de seguir hasta Puente Villarente. Se sienta un “ratín” conmigo y hablamos mientras espero que me sirvan. Finalmente nos volvemos a despedir y ella sigue su camino.


Yo, por mi parte, me tomo un plato de sopa de pescado y un poco de pollo al horno, sin postre ni café y me voy a siestear un poco. Imposible dormir ya que la habitación tiene más tráfico que el metro en hora punta, pero descanso un buen rato. Con el sol ya más bajo, voy a dar una vuelta y hago unas compras. De regreso al albergue me uno a la conversación del único grupo de españoles (seguimos rodeados de teutones) que hay en el patio y hablamos, como no, del Camino. La conversación es amena y el tiempo pasa volando.


A las ocho y media me levanto para ir a cenar. Repito local y hago una cena ligera, a ver si de este modo mañana empiezo el día mejor, con más fuerza. La cena me sienta bien y poco antes de las diez me acuesto. Mañana más.


10-5-07 Mansilla de las Mulas – By-pass de León – Villar de Mazarife


A las cinco y media se inicia la actividad en la habitación y, aunque no puedo dormir, sigo acostado ya que hoy vuelvo a practicar un by-pass y el bus para León no sale hasta las ocho. Cuando se despeja el tráfico me pongo a recoger mis bártulos de tal manera que, a las siete y media, me dirijo a la estación de autobuses y a las ocho perpetro el segundo “puenteo caminil” de este año: de Mansilla a la Virgen del Camino.


A las diez empiezo a andar, pasando por el Santuario y cruzando la N-120, para salir de la Virgen del Camino. Rápidamente me doy cuenta de que en los dos últimos años han hecho algunos cambios. La opción entre Villar y Villadangos se hace nada más salir de la Virgen del Camino por lo que en pocos minutos cruzo por encima de la nueva autovía, llego a Fresno del Camino y prosigo hacia Oncina de la Valdoncina usando una carretera local casi sin tráfico.


Cuando llego a Oncina me doy unos minutos de pausa a la sombra ya que, al igual que los días anteriores, el sol da de lo lindo. Una vez repuesto salgo de la aldea con la consabida cuesta que me deja en el páramo. Sopla un viento que hace que el sol no moleste pero que frena la marcha. Al no tener prisa, busco una buena sombra y me tomo una pausa para disfrutar del paisaje del páramo, que en esta época es una explosión de verde.


Retomo el andar y pronto llego a Chozas de Abajo. Tiempo de bar y rehidratación con pausa de pies, que aprovecho para darle a la “sin hueso” con unos compañeros de ruta. Poco antes de la una me dispongo a afrontar el tramo final de la etapa de hoy que promete ser “durilla” ya que son cuatro kilómetros por asfalto, con mucho sol y el viento en contra. Finalmente llego al Refugio de Jesús a las dos, después de sortear la múltiple variedad de anuncios tentadores y capciosos.


Rutina de inscripción, pero con variantes, ya que al explicar la razón por la que he decidido visitar el Refugio, Yoli (la mujer de Jesús) se ha vuelto, si cabe, más acogedora. Hemos comentado lo mucho que aprecia a mi “presi”, a L&L y al resto de la “panda”, pero dada la hora que es me envía a que me instale, me asee y vaya a comer, que para hablar ya tendremos el resto de la tarde.


Para comer hago una excursión al mesón Rosi. Llego tarde (tres y media) y le pregunto a Rosa si es posible que me haga algo de comer. Me dice que está sola y que tardará un rato a lo que le respondo que tengo tiempo hasta mañana. Y este “peasso” de madraza me dice, después de una sonora carcajada, que me preparará alguna “cosina”.


Cerveza para la espera y en menos de veinte minutos tengo montada una mesita con un “platín” de sopa y una botella de vino joven “Peregrino” (Hay foto/prueba). La sopa es espesa y gustosa. De segundo me trae una cazuela con un cocido de los que quita el sentido. Sé que me arrepentiré pero me tomo un plato de garbanzos con su “choricín” y sus “trocines” de cerdo. De postre una naranja y al pedir el café, Rosa me invita a un chupito de orujo de hierbas que da pié a una buena y extensa charla en la que hablamos largo y tendido del Camino.


A las cinco y media me despido de Rosa con un par de besos y hago la excursión de vuelta al Refugio aprovechando para comprar algunas vituallas. Me instalo en el patio para escribir y, al llegar Jesús, nos ponemos a charlar. Llega Yoli y se apunta a la charla. Estamos tan a gusto que cuando nos damos cuenta son casi las diez. Ellos se van a cenar y yo sigo con la literatura. Al no haber hora de cierre, ni nadie que te envíe a la cama, ceno a las once (un yogurt) y salgo al patio trasero a contemplar el cielo.


Para un urbanita como yo el cielo nocturno es un espectáculo tan poco habitual que cuando puedo me embeleso contemplándolo. Además en Villar de Mazarife la contaminación lumínica es casi inexistente y esta noche la luna menguante permite una perfecta visión de las estrellas. Pasada la medianoche subo a acostarme. Hoy ha sido un buen día y la etapa de mañana será corta, por lo que me puedo levantar tarde.


11-5-07 Villar de Mazarife – Hospital de Orbigo


He dormido yo sólo en una habitación de 4 por lo que no me he despertado hasta la siete, a pesar de haber dormido sin tapones. Cumpliendo con mi agenda de visitas, hoy acabaré en el Parroquial de Hospital de Orbigo, por lo que no tengo ninguna prisa. Recojo los bártulos, bajo a desayunar y descubro que alguien ha decidido aligerarme de peso y se ha comido (o llevado) dos de los tres yogures que tenía en la nevera. Pues nada, a desayunar uno sólo y no hay más que decir. A las ocho me voy a despedir de Yoli, que me reitera sus saludos para Glòria, Lola y Luís y me pongo en marcha. La mañana es ya totalmente soleada por lo que me espera otra etapa canicular.


Al salir de Villar se puede ver San Martín del Camino, por el que pasaré muy cerca poco antes de llegar a Villavante. A las diez y media me adentro en el pueblo buscando un bar (a cambio de un buen desvío) y me dedico una pausa. Con los pies refrescados y el depósito relleno acabo el rodeo y me vuelvo a unir al Camino, justo cuando éste cruza la vía del ferrocarril por la brava es decir sin paso a nivel. Prosigo el andar bajo el sol y acercándome a Hospital.


Cruzo por encima de la autovía y por seguir las flechas, me regalan un rodeo de más de 1 kilómetro por la cara. Cruzo el puente del Passo Honroso y poco antes de la una llego al albergue, saludo a D. Manuel y con los deberes hechos, me voy a regalar una cerveza “fresquita” en el mesón Perrona. Ya refrescado me cambio de local y me voy al vecino Los Ángeles y, en el menú del peregrino, pruebo una sopa de trucha excelente seguido de unos calamares a la romana y de postre macedonia casera más un café todo por 9 euros.


Vuelvo al albergue y me echo un rato para descansar y la litera es tan cómoda que, a pesar del ruido (que no es poco) me pego una siesta de hora y media de la que me levanto como nuevo. Tiempo de escritura y charla en el patio trasero contemplando la cruz de Héctor ya que la tarde se ha cubierto y el sol no fríe por lo que se da una buena condición para la tertulia.


Hoy, como ayer, tampoco cenaré por lo que me voy a comprar unos “bífidus” y de paso a estirar las piernas. A la vuelta más tiempo de charla con lo que, sin darme cuenta, llega la hora de cenar. Manzana más “bifidus” y a dormir.


Mañana toca la última etapa de este año y, a diferencia de otros caminos, no tengo ninguna sensación de inquietud por la proximidad del final. Es bien cierto que cada Camino es distinto ...


12-5-07 Hospital de Orbigo – Astorga


Última noche de albergue y ha transcurrido bien, sin problemas a parte del clásico roncador. Por fin mi estómago se regula (más vale tarde que nunca) y he podido dormir con sólo una interrupción. A las seis y media me levanto y me voy a desayunar. Con la flora intestinal más o menos repuesta, recojo los bártulos y me pongo a andar.


Son las siete y cuarto cuando, a la salida de Hospital, giro a la derecha para ir hacia Villares. La mañana es fresca pero el día se anuncia caluroso como el de ayer. En un pis-pas llego a Villares y lo cruzo para proseguir hacia Santibáñez. Tengo tan fresco en la memoria el Camino del 2005 que me anticipo hasta al más mínimo recodo de la senda de tal modo que llego a lo de Valdeiglesias como si estuviera en un juego de pistas (o ginkama)


Tiempo de bar y de dar cumplimiento a los encargos. Pregunto por Doña Leoncia y me dicen que ya no lleva el bar pero que está en el albergue. Acabo con el café con leche y voy a saludarla. No solamente la transmito los deseos de la “presi” sino que nos liamos a charlar por lo que paso más de una hora en Santibáñez (ventajas de no tener prisa)


Finalmente a las nueve retomo mi camino dispuesto a disfrutar del hermoso recorrido que me espera, esa alternancia de vallecillos de campos de cebada y bosques de robles enanos que hacen de esta ruta una deliciosa alternativa en yuxtaposición al andadero de la N-120.


Aprovechando que me encuentro con una pareja de británicos me doy una pausa para hablar y descansar. Compartimos fruta, charla y experiencias y vuelvo a andar al cabo de más de media hora. Sin darme cuenta, y en compañía de dos agradables damas hispanas con las que ido coincidiendo en los últimos días, llego al altiplano donde se sitúa el crucero de Santo Toribio. Fotos de rigor y, tras contemplar la hermosa vista de la capital maragata, emprendemos la bajada hacia San Justo de la Vega donde me regalo una pausa de bar mientras ellas siguen hacia Astorga.


La pausa ha sido larga (una hora) pero es que ha dado mucho de sí: re-encuentro con los “british”, con un “yankee” de New-Jersey, ver un continuo desfile de mochileros bajo el sol, etc. A mediodía retomo el andar para acabar la etapa de hoy y cuando llego a Astorga pregunto a una señora cual es el camino más directo para ir a la estación y me dice que le acompañe, que ella me indica la ruta ya que va hacia allí. Me lleva por la zona de entrevías, directamente a la estación donde compro el billete para el tren estrella de medianoche.


Con la vuelta a casa resuelta, me voy al albergue San Javier para ducharme, asearme y descansar hasta la hora de salida del tren. Ya aseado me dirijo al restaurante Serrano y me regalo un menú degustación como despedida gastronómica de este camino (Los detalles se pueden consultar en el álbum de fotos)


Bien comido, sin nada que hacer hasta la noche y con la ciudad más que conocida por las anteriores visitas, paso la tarde entre el albergue y la terraza del bar sita frente al Palacio Episcopal. A última hora hago las compras/encargo, una cena ligera y recojo la mochila en el albergue para ir a la estación.


A las doce menos cuarto llega mi viejo conocido: el tren estrella/estrellado. Subo, me acomodo y me preparo para las más de once horas de trayecto de vuelta. Aquí acaba el Camino de este año y empieza el del próximo que, si nada lo impide, cerrará la trilogía allá donde la tierra llega a su fin.


Puedes continuar aquí


Comentarios

Entradas populares de este blog

3.1 - CAMINO 2006

1 - CAMINO 2004